Fuimos peces y después fuimos dinosaurios. Fuimos monos, hombres, Planetas. Sangre, sexo, cielo. Libros que no leímo...

lunes, 11 de diciembre de 2017

La tortuga debajo de las tortugas




Una vieja creencia oriental sobre el origen del mundo dice que el planeta flotaba en el espacio sostenido por una tortuga, y esta tortuga, por otra, y esa, por otra, y así susecivamente. Esta metáfora funciona a la perfección si en lugar de tortugas hubiera madres. Madres que de forma casi invisible, en silencio, abren sus cuerpos para que un nuevo ser pase del agua a la vida a través de sus vaginas, madres que forman seres vivos en sus vientres y los alimentan con sus cuerpos. Las madres sostienen al mundo. Pero, ¿quién sostiene a las madres?.

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Cuando nació Lucas mi mundo se rompió. Se acabó para volver a empezar. Pero ese “volver a empezar” no fue como yo había pensado, algo instantáneo. No. Mi mundo se rompió y quedaron escombros, huecos, pedazos. Poco a poco vendría la luz, la luz de Lucas, pero como sucede con las cosas grandes, cuando la luz es tanta al principio hay encandilamiento, y no se puede ver. Es irónico, pero al “dar a a luz” lo primero que hay- al menos en mi experiencia- es oscuridad. Ahí estaba yo, perdida en el caos con mi mundo y mi cuerpo rotos, intentando despedir a la mujer que que había sido e intentando conocer a esta nueva mujer-madre. Sabiendo que por primera vez habría un nuevo ser que estaría conmigo todo el tiempo, pero irónicamente, sintiéndome sola. Más sola que nunca. Culpándome por no sentirme feliz. Sintiendo una ternura y un amor que no sabía que existían, pero también miedo, tanto que no sabía si volvería a sentirme en paz… Luego sucedió algo maravilloso: muchas mujeres (algunas hasta prácticamente desconocidas) se acercaron a mi. Me escribían por whatsap preguntándome como estaba Lucas, como nos iba con la lactancia, si había logado sacarle los gases, etc. Una de estas mujeres era la Samy (Samantha Cevallos) con quien había recibido clases de preparación al parto. Ella me invitó al Regazo, un grupo de apoyo para mujeres con bebés. Recuerdo claramente el día que al fin me decidí a ir, el solo hecho de ponerle al bebé en el fular y salir a la calle me hizo sentir poderosa. Y lo que sentí al llegar fue incomparable: la red que antes era virtual se había convertido en un lugar físico, un lugar en el que yo no era la única con el mundo roto. La luz iba llegando. Los jueves (ese es el día en el que tienen lugar las sesiones) se convirtieron en días sagrados. 

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Hoy en día hay mucha información y apoyo para el embarazo y el parto, pero nadie prepara a las mujeres en una de las etapas más difíciles de la maternidad: el post-parto. El “Regazo, casa de madres” es la primera iniciativa no sólo en Ecuador sino en Latinoamérica que propone justamente eso: sostener, a través de sesiones grupales, a las madres en el puerperio. Una vez por semana las mamás ponen a sus bebés en sus canguros y los llevan al Regazo. Allí los recibe Samantha Cevallos, quien dirige las sesiones. Mientras transcurre la mañana se conversa de los guaguas, se habla de cólicos de gases, de pañales, de esposos (cuando los hay), de madres (cuando las hay), Samantha lee fragmentos de libros de maternidad, pregunta a las mamás como se sienten; y el Regazo también es comer mandarinas, tomar tecitos, a veces intercambiar pañales pequeños por otros un poco más grandes; a veces llorar, descargarse, decir ya no puedo, no sirvo para esto, quiero huir; y después reírse de una misma porque las otras tampoco pueden … escuchar, aconsejar, dar de lactar…. 

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Samantha Cevallos es alta, de piel trigueña, flaca, ojos claros, usa ropa cómoda, tiene voz muy dulce y sabe cargar a los bebés de forma especial. Tiene 49 años, es doula, enfermera, asistente de lactancia y psicóloga. Lleva trabajando en temas vinculados a la maternidad desde hace 20 años. Su esposo Francisco López es ginecólogo, así que ella ha acompañado varios de sus partos desde hace más de 20 años. Ambos tienen 3 hijos. Dentro de su experiencia como enfermera de su marido en la clínica Puerta a la vida, ella veía como las mujeres quedaban intranquilas después del parto “las mamás daban a luz y a los dos días se iban con una soledad impresionante y con un guagua en brazos sin saber qué hacer, y sin que nadie las sostenga”. Y cuando regresaban a la revisión de los ocho días estaban ansiosas, entonces se quedaban conversando con ella, necesitaban hablar. Samantha decidió usar el espacio de los cursos de preparación al parto para acompañar a las madres con sus recién nacidos. Es así como hace 9 años fue naciendo una comunidad de madres. “Realmente el Regazo nace por una necesidad de las madres, no mía”. Para ella fue un reto, empezó  a estudiar sola; aunque ya se había graduado de psicóloga, se volvió autodidacta en temas de maternidad, y se especializó en el tema del post-parto. También se contactó con grupos parecidos y descubrió que hace 9 años había muy pocos espacios (en el mundo entero) de acompañamiento a mamás post-parto. 

Una de las lecturas más utilizadas en el Regazo es “La maternidad y el encuentro con la propia sombra”, de la argentina Laura Gutman, según ella, el embarazo es una etapa de ingenuidad. Samantha también lo cree así, ella, que ha preparado al parto a miles de mujeres, dice que la ingenuidad de las embarazadas es absoluta, por más que les ha advertido de todas las formas posibles lo duro que es un parto, ellas no lo alcanzan a ver. Tal vez la razón sea simplemente que nada en el mundo puede prepararnos realmente para una experiencia tan transformadora como la de traer un niño a nuestro mundo. Por eso el puerperio cae como un baldazo de agua fría. La mujer de un momento a otro y de manera violenta, debe hacerse cargo de un ser humano cuando no sabe bien ni quien es ella misma. Uno de los temas de conversación más frecuentes del Regazo, es el de las muchas cosas de la maternidad que la sociedad no te dice. Nadie te dice que el primer período de la maternidad no es necesariamente bonito. Nadie te dice que lo que llaman “depresión post-parto” es algo que nos sucede a la mayoría de mujeres con mayor o menor fuerza. Nadie nos dice que tenemos la sensación de que no podemos hacernos cargo del bebé, y más que eso, de que quizá no queremos hacerlo, porque nos damos cuenta de que eso implica renunciar a muchas otras cosas, de hecho a casi todo. La sensación es la de haber perdido la libertad para siempre. Y la identidad. Y  la calma. A todo esto hay que sumarle el desorden hormonal. Es una locura. Por eso una parturienta no debería estar sola. Samantha nos recuerda en el Regazo que nuestras abuelas solían vivir el puerperio acostadas en la cama, atendidas por otras mujeres, tomando sopita de pollo. Pero ahora las cosas han cambiado. La sociedad occidental moderna es más independiente, el puerperio se suele vivir solamente con el esposo, si lo hay, pero se ha perdido esta vieja costumbre ancestral de criar en manada. Y eso es precisamente lo que necesita una mujer puérpera: un sostén, y no de una persona, porque, como dicta Gutman: “una mamá y un papá son demasiado pocos para criar un niño; puede sonar extravagante este pensamiento pero yo creo que estamos diseñados para vivir en comunidad, como la mayoría de los mamíferos”. Eso es el Reagzo: una tribu. Una comunidad de mamíferas que vive el tiempo de otra manera, que, en lugar de encargar a sus crías en guarderías o quedarse solas en la casa, decide unirse con otras mamás a dar de lactar y a compartir sus frustraciones y deseos. Vanessa Espín, mamá de Isabella de 4 meses, dice: “Yo lo que sentí es que solamente aquí me podían entender. Nadie más me podía entender. Ni mi mamá, ni mi esposo, solo en el Regazo me podían entender.” Para Paulina Simon, mamá de Elías de 7 años y Nael de 3, la experiencia en el Regazo fue transformadora: “Se volvió necesarísimo salir al menos esas 3 horas a la semana a ver a estas mujeres y conversar con ellas. De ahí salieron mis primeras mejores amigas de la vida con las que hasta ahora seguimos ya por 6 años acompañándonos y siendo cómplices en cada aspecto de la maternidad. Hasta hoy, casi 4 años después tenemos un chat de whatsapp muy activo en el que nos consultamos desde la temperatura, los remedios, las recetas para las loncheras y hablamos largamente de todo. Y todo eso nació del Regazo”.
El Regazo también se convierte en un espacio de estudio y reflexión sobre la maternidad. Muchas de las mujeres que ahora trabajan o están involucradas en temas de maternidad dieron a luz en Puerta a la Vida y asistieron al Regazo. Hubo madres que Samantha acompañó y que después se hicieron doulas o asistentes de lactancia, es el caso de Dani Jarrín y María José Silva. 

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¿Por qué es tan difícil asumir la maternidad?. Las respuestas pueden ser infinitas, pero una de ellas es que criar a un recién nacido exige todo nuestro tiempo, y eso, por supuesto, incluye la anulación de nosotras mismas. Es una lección de ego y un cambio de mirada. Un bebé obliga a cambiar la manera de concebir el tiempo. Estamos acostumbradas al movimiento constante y al ruido. Un recién nacido exige lo contrario: silencio y detenimiento. La sociedad, además de rechazar la pasividad, rechaza el mundo femenino. Siempre lo ha hecho y ese es el origen de la lucha feminista, pero uno de los efectos secundarios de la enmancipación de la mujer es el del rechazo hacia la maternidad. Por estas razones Samantha difiere con muchos de los puntos de algunas feministas. La igualdad de género queda solo en discurso cuando se trata de criar a un bebé, hay cualidades fisilógicas que solo puede hacer una madre que empiezan por la lactancia. “A la hora de maternar no existe igualdad de género”, dice Vanessa Espín. Pero no han sido las feministas las culpables del rechazo a la maternidad, sino la misma sociedad patriarcal que se ha encargado de dividir a las mujeres y hacerlas escoger entre vida profesional y el trabajo no doméstico haciendo que el precio que paguemos por nuestra libertad, sea el del rechazo a la maternidad. 
Samantha recuerda cuando a una mamá que iba al Regazo le dijeron en un restaurante en Quito que se fuera al baño para dar de lactar a su bebé. Días después, unas quince madres regresaron al restaurante, sacaron la teta y amamantaron en grupo. Cuentan que el dueño del restaurante quedó intimidado y fue incapaz de decir nada. En las sesiones del Regazo, Samantha suele decir que en esta sociedad ser mujer y lo que eso conlleva es muy mal visto. Pero lo complejo del rechazo a la mujer al que ella se refiere es que no es explícito, sino sutil, ambigüo, por un lado, para la sociedad conservadora los hijos son un requisito y la maternidad es vista como algo sublime y respetado. Pero esa misma “aceptación” asocia a la madre con la ama de casa rebajándola a un nivel inferior con respecto a los seres humanos que trabajan, sobre todo los hombres. Así, la maternidad es respetada de la misma forma que es respetada una mujer: con rosas lastimeras y canciones cursis. Vivimos en una sociedad que ha dejado de ver el milagro de lo cotidiano, la magia, lo absurdamente increíble que es que se forme un ser adentro de otro, que una mujer pueda llevar dentro de sí otros ojos, otro cerebro, otras manos, que un ser humano pueda salir de un vientre y alimentarse de otro cuerpo. Olvidamos que somos animales. Y que lo animal es sagrado. Esta sociedad hace que no veamos la importancia de la maternidad, y que por ende, no podamos asumirla.

Hay una diferencia entre las mamás que entran al Regazo y las que salen, dice Samantha. Las que entran llegan con miedos, y las que salen se vuelven seguras. Lo que hace el Regazo es que podamos asumir la maternidad. A Daniela Proaño, mamá de Zoe de un año, el Regazo le sirvió sobre todo para aprender a amar la maternidad. “Antes no me gustaba, era más una carga, solo una responsabilidad, un padecimiento. Pero aquí le fui agarrando el gusto”.  Todas las mamás que estamos esa mañana en el Regazo coincidimos en eso: después del Regazo nos gusta más ser mamás.

El Regazo existe gracias a Samantha. Ella es la gran tortuga debajo de las tortugas. La que ha podido sostener a las madres que sostienen a sus hijos. Ella tiene ese don. Dentro de los casos que más han marcado la historia de Samantha, hay el de una madre que tras 15 años de matrimonio en el que habían acordado no tener hijos, se quedó embarazada. El matrimonio estaba por terminarse. Llegaron a un acuerdo: ella concluiría el embarazo pero al momento de nacer, sería él quien se haría cargo por completo de la crianza del niño. Aunque fue a las clases de preparación al parto la madre prefirió no vincularse con el bebito por un mecanismo de protección. Al final tuvo un parto hermoso, un parto vertical. Cuando nació el bebé, el papá cortó el cordón umbilical y pusieron al recién nacido sobre el pecho de la madre. “le dije que cierre los ojos y que sienta su corazón, que empiece a oler a su bebé; ella le empezó a oler, cerquita de su nariz, de su cara, el bebito estaba con los ojos bien abiertos sintiendo la sensación de oxcitocina que había ese momentito en el cuerpo de su mamá y de él, como te he dicho la oxcitocina es la hormona del amor. Ese momento la mamá empezó a llorar, le besó, con los labios le tocaba al bebé, le olía, como una mamífera, como hacen los perros. Hace poquito le volví a ver, ya no está emparejada pero ella sigue teniendo a su hijito y los dos son felices”, cuenta Samantha. Ese es el don de ella: el de reecontrar a las madres con sus bebés, el de devolver a la maternidad la magia que la sociedad le ha quitado, el de hacer ver a la mujeres la importancia real de la maternidad, y por ende, hacer que puedan asumirla, o en otras palabras: el de dar a las madres la fuerza sobrehumana y la valentía que se requiere para hacerse cargo de otro ser humano. Por eso El Regazo propone una postura política. En una sociedad que va a mil por hora y nos aleja cada vez más de nuestros bebés, dar de lactar se convierte en un acto político. Asumir la maternidad se convierte en un acto político. Mientras todos van al trabajo, atraviesan el tráfico, producen dinero, un grupo de madres se reune en un lugar fuera del tiempo, fuera del sistema; allí dan de lactar a sus hijos, hablan del puerperio, de lo que sienten desde que su vida ya no es la misma. La maternidad se teje en un espacio imaginario bajo otras normas que no son las del sistema productivo. Por todo eso el Regazo es importante, porque reivindica el acto revolucionario y hermoso que es amamantar a un bebé en estos tiempos y decidir criarlo conscientemente. 

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Lucas ilumina este caos llamado puerperio, y es cada vez más llevadero. Ahora tiene 7 meses. Estamos conscientes de que el camino recién empieza, pero al menos siento que por fin hemos metido marcha. Por supuesto todavía seguimos yendo al Regazo, y no, todavía no estamos totalmente en calma (y sé que lo más probable es que nunca lo estemos del todo) y sí, todavía llora, y todavía lloro yo. Pero de una cosa estoy segura: ahora me gusta más ser mamá, y ahora me siento menos sola, sobre todo los jueves…

(Mundo Diners)