Imaginemos un
hombre enorme, un hombre sin nombre, un hombre que ni siquiera sabe si es un
hombre, si alguna vez fue un hombre, que no sabe- ni si quiera-si es humano. Un
hombre que es todos los hombres, y a la vez, ninguno. Un ser (sería mejor
llamarlo así) demasiado grande, torpe, desproporcionado, con manos gigantes que
a pesar de querer palpar la vida con suavidad, solo consiguen destruirla. Un
ser diferente, único en su especie. Un ser sin nombre, indigno de luz,
huérfano, exiliado- incluso- de su propio
cuerpo. Un ser que no es, que ni si quiera es;
cuyo padre no es Dios sino un ser imperfecto. Un ser que es los otros, y a quienes los otros desprecian.
“Frankenstein” (Frankenstein; or, The Modern Prometheus), la
novela de la inglesa Mary Shelly que se publicó por primera vez en 1818, trata
de las desventuras del joven Víctor Frankenstein, quien, después de dar vida a
un ser creado en su laboratorio, es presa de varias desgracias. Mary Shelly- quien era hija de la filósofa y feminista Mary Wollstonecraft, y del filósofo y
político William Godwin-concibió la idea del libro en sus vacaciones,
cerca de Ginebra “Vi, con los ojos cerrados pero con una nítida imagen mental,
al pálido estudiante de artes impías, de rodillas junto al objeto que había
armado. Vi al horrible fantasma de un hombre extendido y que luego, tras la
obra de algún motor poderoso, éste cobraba vida, y se ponía de pie con un
movimiento tenso y poco natural. Debía ser terrible; dado que sería
inmensamente espantoso el efecto de cualquier esfuerzo humano para simular el
extraordinario mecanismo del Creador del mundo.” Junto al poeta Lord Byron y
otros amigos, Mary Shelly hizo un juego que consistía en escribir historias de
terror, se dice que de ahí salió "Frankenstein". El libro- que fue
considerado la primera novela de ciencia ficción- tuvo gran éxito debido a sus
múltiples lecturas, a sus grandes metáforas sobre la condición humana y sobre
el mito del progreso científico. Hoy en día varios cineastas han llevado a la
pantalla grande a esta novela, sin embargo, muchas veces-como sucede con
frecuencia en las adaptaciones literarias- no han sabido interpretar su
complejidad.
Sabemos que el
monstruo despiadado y verdugo no lo ha creado Mary Sehlly, sino la
industria cinematográfica. Algunas adaptaciones cinematográficas-quizá la
mayoría- hacen énfasis en la casi moralina de las desgracias que sufre un hombre
que actúa en contra de la naturaleza y se atreve a crear vida, a ser Dios; sin
embargo, la versión de James Whale
FRANKENSTEIN (1931) no presentaba al monstruo como alguien despiadado, al
menos, no en su primer corte. En la famosa secuencia de la niña y el monstruo
jugando al borde del río, la niña arrancaba flores y se las daba al monstruo,
quien las lanzaba al río para verlas flotar. Así, cuando a la niña se le
terminaban las flores, el monstruo la lanzaba a ella al río, quizá (queda la
posibilidad) para verla flotar como a las flores; pero al ver que se ahogaba, entraba en
desesperación y huía asustado. Esta secuencia fue cortada en edición y el
corte final sólo muestra a un campesino llevando el cadáver de la niña, lo cual convierte al mosntruo en un simple
villano. La adaptación de Kenneth Branagh
FRANKENSTEIN, (1994) que brilla especialmente por la actuación de De
Niro, muestra un poco más la complejidad de los personajes. La criatura que
Frankenstein crea y luego abandona a su suerte, es la metáfora de un ser desterrado,
diferente, que quiere unirse a la sociedad pero que es rechazado. Un ser
sensible desde cuyos ojos conocemos el amor, el lenguaje, los
libros. Un ser capaz de asesinar y leer "las desventuras del joven Werther",
de Goethe.
Oscar Wilde dijo
que mayor misterio que la muerte, es la ternura. La ternura está unida en secreto a la
fragilidad. Ternura no causan los seres fuertes, sino aquellos que a pesar de
ser imperfectos, aman. ¿Qué causa más
ternura que aquel cuya fisionomía parece no corresponder a la claridad de su
espíritu?. Los ancianos, los niños, los animales, todo aquel que es frágil. Porque no sabe que la muerte lo acecha. Porque es frágil. Imperfecto,
y aún así, ama. Más que nada. Más que nadie.
Una de las
grandes metáforas que atraviesa a "Frankenstein" es la del alter-ego
entre creador y creado. Hay, en esto, algo terrible: la idea de que en
todo ser hay algo que lo lleva hacia el abismo, hacia su propio fin. Una
pulsión auto-destructora inherente. Quizá, lo que Freud llamó “pulsión de
Thánatos”. Frankenstein crea su propio destructor. Es la paradoja del creador
cuya obra le supera, cuya creación acaba por matarle. Su creación no es sino un
espejo, una forma de dar a luz a su lado oscuro. Él y su monstruo son partes de
un único ser. No es coincidencial que lo haya creado más grande que él. Algo en
su inconsciente sabe que su creación será su fin. Quizá, por esto Frankenstein
nunca hace nada para matarlo, pues algo de él quiere ese destino. Eso es lo
verdaderamente terrible. Pero si se lo ve desde una perspectiva jungiana,
se podría decir que el monstruo es "La Sombra", el lado oscuro de
Frankenstein,.
Otra temática
muy presente es una concepción de la creación-maternidad no como vida,
sino atravesada por la culpabilidad y luego, por el castigo. Quien se atreve a
crear un ser (a ser Dios) merece ser castigado, igual que Adán y Eva fueron
expulsados del paraíso por comer la manzana, símbolo de la reproducción sexual.
La relación entre culpa y creación están muy presentes en la obra. Hay quienes
dicen que esto tiene que ver con la influencia de la vida de la propia Mary
Shelly en la obra, pues cuando ella nació, su madre murió (esta escena ella reproduce
en la ficción de Frankenstein en la que la madre de Víctor muere cuando éste
nace). La culpabilidad por este hecho y su experiencia como madre (perdió 3
hijos) quizá la hicieron concebir a la creación siempre atravesada por la
muerte, por el horror.
Hay un dejo de moralina en culpabilizar el hecho profano que implica crear un ser, dar vida, jugar a ser Dios, violar las leyes de la naturaleza, pero este no es el verdadero horror. Una de las cosas que más atemoriza inconscientemente de Frankenstein es que está hecho de retazos. Vemos la piel del monstruo cosida con pedazos pieles distintas el un ojo azul y el otro café, y resulta escalofriante pensar que cada órgano pertenece a otro cuerpo, a otra vida. Caben aquí las preguntas que tantas veces se hacen tanto Frankenstein como su patética creación: ¿Quién es el monstruo?, ¿Tiene alma?, ¿Existe el alma?, ¿Existe Dios? y tantas otras que cuestionan la condición humana. “Convertir la diferencia en indicio de peligro es característica del mundo actual.” Dice el académico español Jenaro Talens. Si el temor al diferente, al otro, es algo intrínseco en el ser humano, la obra de Mary Shelly espeluzna por eso, pues el monstruo que crea Frankenstein no es sino el cúmulo de otros, la despersonalización, la otredad encarnada.
(BAIBECA)