“Resonancia, un documental para escuchar”, dice el slogan de la película de Mateo Herrera; sin embargo, creo que también es una película para tocar, o mejor dicho, una película que te toca. Durante siete meses Mateo Herrara (director de la película), Simón Brauer (director de fotografía) y Sarahí Echeverría (productora) visitaron el taller del luthier Raúl Lara para registrar el proceso de la construcción de una guitarra Selmer Maccaferri, cuyo modelo original nació en los años 30 hecho explícitamente para Django Reinhardt. A Mateo, que además de cineasta es músico y admirador de Reinhardt, la idea de documentar este proceso le resultó altamente seductora, pues para él- y eso lo veremos en claramente en cada plano de Resonancia- la labor del luthier más que artesanal es alquímica.
En La obra de arte y su reproductibilidad técnica,
Walter Benjamin retrata la crisis que atraviesa el arte contemporáneo
al ser reproducido técnicamente. Benjamin declara que la obra pierde su
aura al ser despojada del “aquí y ahora” que le proporciona la relación
directa con el creador para ser sometida al sistema de reproducción
mediante el aparataje técnico. En la labor de Raúl Lara, el luthier
que construye la guitarra, vemos claramente la relación del sujeto con
su trabajo, es decir, la magia que surge con la relación del sujeto y su
obra en el momento de la creación. Pero, ¿qué es el aura?, Benjamin lo
definió como “aparecimiento único de una lejanía, por más cercana que
pueda estar”. Esa impronta, esa nostalgia del tiempo que se fuga y que
solo es posible en el contacto entre el artista y su hallazgo. Es aquí
cuando el trabajo de un artesano se asemeja más al de un alquimista: el
objeto que construye no es ajeno sino que invita a pensar en el escultor
que no trabaja a partir de la forma sino a partir del vacío: al tallar
el mármol no construye sino que descubre, no aumenta: quita la materia
que envuelve a una forma silente y oculta bajo el mármol, así, el
luthier no crea un cuerpo que emite sonido, más bien descubre el cuerpo
que el alma/sonido necesita para expresarse en la dimensión terrena.
Entonces la labor
del artista no sería construir una esencia, sino crear un representante
que contenga a la esencia; así, la técnica, el cuerpo, la investidura,
estarían íntimamente relacionadas con su espíritu. El espíritu solo
puede manifestarse mediante un cuerpo particular que lo contenga. Para
que exista sonido debe existir un medio. En Resonancia, Raúl
construye una guitarra, es decir, el medio en el que el sonido es
posible, esto a su vez es una metáfora del proceso creativo. El aura de
la que habla Benjamin solo es posible mediante la relación única directa
y mágica de la mano del artista y su obra. El aura surge en ese momento
de inspiración en el que el sonido es posible a partir del silencio.
Así como Raúl descubre la guitarra, Mateo descubre la película, pues Resonancia
es otro puente, otro medio para la expresión de la líbido, lo
intangible, la energía creadora pura que se manifiesta mediante la
combinación estética de planos y sonidos que nos permiten crear una
mirada para descubrir un universo sensorial que nos toca.
En esta película los
diferentes lenguajes funcionan, se entrelazan, se complementan. Las
herramientas técnicas son expresivas desde todos los puntos de vista. En
cada una de ellas hay una propuesta arriesgada, personal, única. Julio
Cortázar dijo que si uno no encuentra las palabras precisas para decir
algo simplemente no lo dice o lo dice mal .Digamos que en esta película,
las herramientas técnicas operan de manera justa, adecuada. La
propuesta fotográfica de Simón Brauer es un canal que refleja el
espíritu de la película: cada encuadre es una metáfora del todo y a la
vez funciona solo. Hay una belleza en la composición y en la luz, hay
algo que conmueve, quizá sea el aura. El mapa sonoro y la sonorización
hecha por Juan José Luzuriaga, exagera los sonidos naturales
convirtiéndolos en música, creando un lenguaje que es a su vez otra
metáfora del misterio de la creación y tocando los sentidos desde el
inconsciente. El sonido de la sierra cortando la madera adquiere un
significado distinto, se vuelve musical. Todos los sonidos cotidianos
adquieren una dimensión armónica. La música está en los sonidos
naturales. La edición de Amaia Merino también responde a un proceso
estético cuya lógica no es narrativa sino sensorial.
Hablemos del
silencio. El silencio de Raúl durante todo el proceso que habla de su
conexión con los elementos que construyen la guitarra, toca la madera,
corta, siente. Su silencio se debe a la escucha: está conectado con el
espíritu que despacio le susurra las partituras para la construcción de
su cuerpo. Mateo también cree en el silencio, y esto se percibe desde la
elección del equipo mínimo con el que rodó. Este ambiente de intimidad
se siente en la película así como en el silencio de Raúl, quien parece
estar conectado con algo más allá mientras da forma a la guitarra. Resonancia
es un documental que habla a partir del silencio, pues solo en ese
espacio, en esa inmovilidad, el sonido puede tomar cuerpo poco a poco.
A medida que
la trama avanza los espectadores entramos en un proceso hipnótico. La
experiencia audiovisual se vuelve sensorial: nos toca. La realidad ya no
es la misma: poco a poco Raúl deja el mundo ordinario para sumirse en
un universo extrañado: el mundo visto desde un ojo particular. La misma
relación alquímica entre las manos de Raúl y la guitarra se da entre el
espectador y la película. El espectador se ve inmerso en ese espíritu
creador, y así, una vez más se sitúa en el espacio de la invisibilidad.
Como Raúl y como el escultor que trabajan a partir del silencio, la
película ubica al espectador en un espacio invisible en el que su mirada
es transformada, las imágenes y los sonidos cumplen su función
hipnótica y nos permiten percibir la magia latente en la realidad,
encontrar musicalidad en los sonidos ordinarios y belleza en las
imágenes cotidianas: un pedazo de madera deja de ser un pedazo de madera
y se convierte en un objeto inútil y hermoso, único, extraterrestre. La
película es una ventana para escuchar y ver el mundo desde una
perspectiva abismal. La experiencia cinematográfica es tan sutil que no
solo determina un lenguaje, sino que sugiere una mirada. Yo diría que se
trata de una película extraterrestre. O quizás es el espectador el que
se convierte en extraterrestre ya que se transforma y puede percibir el
hecho aparentemente simple de la construcción de una guitarra como una
experiencia alquímica, divina, inspiradora. Después de trabajar siete
meses el misterio del sonido al fin toma forma. La guitarra suena, y
Raúl, que había permanecido serio durante todo el filme, sonríe.
Entonces Mateo toca una canción de Django, y yo cada vez me convenzo más
de que la acción creativa no consiste en poner sino en quitar: retirar
materia para encontrar formas latentes en el aire, seres dormidos que
preexisten. Descubrir el cuerpo que contiene el aura.
(Cartón Piedra)
(Cartón Piedra)