Una vieja creencia oriental sobre el origen del mundo dice
que el planeta flotaba en el espacio sostenido por una tortuga, y esta tortuga,
por otra, y esa, por otra, y así susecivamente. Esta metáfora funciona a la
perfección si en lugar de tortugas hubiera madres. Madres que de forma casi
invisible, en silencio, abren sus cuerpos para que un nuevo ser pase del agua a
la vida a través de sus vaginas, madres que forman seres vivos en sus vientres
y los alimentan con sus cuerpos. Las madres sostienen al mundo. Pero, ¿quién
sostiene a las madres?.
***
Cuando nació Lucas mi mundo se rompió. Se acabó para volver
a empezar. Pero ese “volver a empezar” no fue como yo había pensado, algo
instantáneo. No. Mi mundo se rompió y quedaron escombros, huecos, pedazos. Poco
a poco vendría la luz, la luz de Lucas, pero como sucede con las cosas grandes,
cuando la luz es tanta al principio hay encandilamiento, y no se puede ver. Es
irónico, pero al “dar a a luz” lo primero que hay- al menos en mi experiencia-
es oscuridad. Ahí estaba yo, perdida en el caos con mi mundo y mi cuerpo rotos,
intentando despedir a la mujer que que había sido e intentando conocer a esta
nueva mujer-madre. Sabiendo que por primera vez habría un nuevo ser que estaría
conmigo todo el tiempo, pero irónicamente, sintiéndome sola. Más sola que
nunca. Culpándome por no sentirme feliz. Sintiendo una ternura y un amor que no
sabía que existían, pero también miedo, tanto que no sabía si volvería a
sentirme en paz… Luego sucedió algo maravilloso: muchas mujeres (algunas hasta
prácticamente desconocidas) se acercaron a mi. Me escribían por whatsap
preguntándome como estaba Lucas, como nos iba con la lactancia, si había logado
sacarle los gases, etc. Una de estas mujeres era la Samy (Samantha Cevallos)
con quien había recibido clases de preparación al parto. Ella me invitó al
Regazo, un grupo de apoyo para mujeres con bebés. Recuerdo claramente el día
que al fin me decidí a ir, el solo hecho de ponerle al bebé en el fular y salir
a la calle me hizo sentir poderosa. Y lo que sentí al llegar fue incomparable:
la red que antes era virtual se había convertido en un lugar físico, un lugar
en el que yo no era la única con el mundo roto. La luz iba llegando. Los jueves
(ese es el día en el que tienen lugar las sesiones) se convirtieron en días
sagrados.
***
Hoy en día hay mucha información y apoyo para el embarazo y
el parto, pero nadie prepara a las mujeres en una de las etapas más difíciles
de la maternidad: el post-parto. El “Regazo, casa de madres” es la primera
iniciativa no sólo en Ecuador sino en Latinoamérica que propone justamente eso:
sostener, a través de sesiones grupales, a las madres en el puerperio. Una vez
por semana las mamás ponen a sus bebés en sus canguros y los llevan al Regazo.
Allí los recibe Samantha Cevallos, quien dirige las sesiones. Mientras
transcurre la mañana se conversa de los guaguas, se habla de cólicos de gases,
de pañales, de esposos (cuando los hay), de madres (cuando las hay), Samantha
lee fragmentos de libros de maternidad, pregunta a las mamás como se sienten; y
el Regazo también es comer mandarinas, tomar tecitos, a veces intercambiar
pañales pequeños por otros un poco más grandes; a veces llorar, descargarse,
decir ya no puedo, no sirvo para esto, quiero huir; y después reírse de una
misma porque las otras tampoco pueden … escuchar, aconsejar, dar de lactar….
***
Samantha Cevallos es alta, de piel trigueña, flaca, ojos
claros, usa ropa cómoda, tiene voz muy dulce y sabe cargar a los bebés de forma
especial. Tiene 49 años, es doula, enfermera, asistente de lactancia y
psicóloga. Lleva trabajando en temas vinculados a la maternidad desde hace 20
años. Su esposo Francisco López es ginecólogo, así que ella ha acompañado
varios de sus partos desde hace más de 20 años. Ambos tienen 3 hijos. Dentro de
su experiencia como enfermera de su marido en la clínica Puerta a la vida, ella
veía como las mujeres quedaban intranquilas después del parto “las mamás daban
a luz y a los dos días se iban con una soledad impresionante y con un guagua en
brazos sin saber qué hacer, y sin que nadie las sostenga”. Y cuando regresaban
a la revisión de los ocho días estaban ansiosas, entonces se quedaban
conversando con ella, necesitaban hablar. Samantha decidió usar el espacio de
los cursos de preparación al parto para acompañar a las madres con sus recién
nacidos. Es así como hace 9 años fue naciendo una comunidad de madres.
“Realmente el Regazo nace por una necesidad de las madres, no mía”. Para ella
fue un reto, empezó a estudiar sola;
aunque ya se había graduado de psicóloga, se volvió autodidacta en temas de
maternidad, y se especializó en el tema del post-parto. También se contactó con
grupos parecidos y descubrió que hace 9 años había muy pocos espacios (en el
mundo entero) de acompañamiento a mamás post-parto.
Una de las lecturas más utilizadas en el Regazo es “La
maternidad y el encuentro con la propia sombra”, de la argentina Laura Gutman,
según ella, el embarazo es una etapa de ingenuidad. Samantha también lo cree
así, ella, que ha preparado al parto a miles de mujeres, dice que la ingenuidad
de las embarazadas es absoluta, por más que les ha advertido de todas las
formas posibles lo duro que es un parto, ellas no lo alcanzan a ver. Tal vez la
razón sea simplemente que nada en el mundo puede prepararnos realmente para
una experiencia tan transformadora como la de traer un niño a nuestro mundo.
Por eso el puerperio cae como un baldazo de agua fría. La mujer de un momento a
otro y de manera violenta, debe hacerse cargo de un ser humano cuando no sabe
bien ni quien es ella misma. Uno de los temas de conversación más frecuentes
del Regazo, es el de las muchas cosas de la maternidad que la sociedad no te
dice. Nadie te dice que el primer período de la maternidad no es necesariamente
bonito. Nadie te dice que lo que llaman “depresión post-parto” es algo que nos
sucede a la mayoría de mujeres con mayor o menor fuerza. Nadie nos dice que
tenemos la sensación de que no podemos hacernos cargo del bebé, y más que eso,
de que quizá no queremos hacerlo, porque nos damos cuenta de que eso implica
renunciar a muchas otras cosas, de hecho a casi todo. La sensación es la de
haber perdido la libertad para siempre. Y la identidad. Y la calma. A todo esto hay que sumarle el
desorden hormonal. Es una locura. Por eso una parturienta no debería estar
sola. Samantha nos recuerda en el Regazo que nuestras abuelas solían vivir el
puerperio acostadas en la cama, atendidas por otras mujeres, tomando sopita de
pollo. Pero ahora las cosas han cambiado. La sociedad occidental moderna es más
independiente, el puerperio se suele vivir solamente con el esposo, si lo hay,
pero se ha perdido esta vieja costumbre ancestral de criar en manada. Y eso es
precisamente lo que necesita una mujer puérpera: un sostén, y no de una
persona, porque, como dicta Gutman: “una mamá y un papá son demasiado pocos
para criar un niño; puede sonar extravagante este pensamiento pero yo creo que
estamos diseñados para vivir en comunidad, como la mayoría de los mamíferos”.
Eso es el Reagzo: una tribu. Una comunidad de mamíferas que vive el tiempo de
otra manera, que, en lugar de encargar a sus crías en guarderías o quedarse
solas en la casa, decide unirse con otras mamás a dar de lactar y a compartir
sus frustraciones y deseos. Vanessa Espín, mamá de Isabella de 4 meses, dice:
“Yo lo que sentí es que solamente aquí me podían entender. Nadie más me podía
entender. Ni mi mamá, ni mi esposo, solo en el Regazo me podían entender.” Para
Paulina Simon, mamá de Elías de 7 años y Nael de 3, la experiencia en el Regazo
fue transformadora: “Se volvió necesarísimo
salir al menos esas 3 horas a la semana a ver a estas mujeres y conversar con
ellas. De ahí salieron mis primeras mejores amigas de la vida con las que hasta
ahora seguimos ya por 6 años acompañándonos y siendo cómplices en cada aspecto
de la maternidad. Hasta hoy, casi 4 años después tenemos un chat de whatsapp
muy activo en el que nos consultamos desde la temperatura, los remedios, las
recetas para las loncheras y hablamos largamente de todo. Y todo eso nació del
Regazo”.
El Regazo también se convierte en un espacio de estudio y
reflexión sobre la maternidad. Muchas de las mujeres que ahora trabajan o están
involucradas en temas de maternidad dieron a luz en Puerta a la Vida y
asistieron al Regazo. Hubo madres que Samantha acompañó y que después se
hicieron doulas o asistentes de lactancia, es el caso de Dani Jarrín y María
José Silva.
***
¿Por qué es tan difícil asumir la maternidad?. Las
respuestas pueden ser infinitas, pero una de ellas es que criar a un recién
nacido exige todo nuestro tiempo, y eso, por supuesto, incluye la anulación de
nosotras mismas. Es una lección de ego y un cambio de mirada. Un bebé obliga a
cambiar la manera de concebir el tiempo. Estamos acostumbradas al movimiento
constante y al ruido. Un recién nacido exige lo contrario: silencio y
detenimiento. La sociedad, además de rechazar la pasividad, rechaza el mundo
femenino. Siempre lo ha hecho y ese es el origen de la lucha feminista, pero uno
de los efectos secundarios de la enmancipación de la mujer es el del rechazo
hacia la maternidad. Por estas razones Samantha difiere con muchos de los
puntos de algunas feministas. La igualdad de género queda solo en discurso
cuando se trata de criar a un bebé, hay cualidades fisilógicas que solo puede
hacer una madre que empiezan por la lactancia. “A la hora de maternar no existe
igualdad de género”, dice Vanessa Espín. Pero no han sido las feministas las
culpables del rechazo a la maternidad, sino la misma sociedad patriarcal que se
ha encargado de dividir a las mujeres y hacerlas escoger entre vida profesional
y el trabajo no doméstico haciendo que el precio que paguemos por nuestra
libertad, sea el del rechazo a la maternidad.
Samantha recuerda cuando a una mamá que iba al Regazo le
dijeron en un restaurante en Quito que se fuera al baño para dar de lactar a su
bebé. Días después, unas quince madres regresaron al restaurante, sacaron la
teta y amamantaron en grupo. Cuentan que el dueño del restaurante quedó
intimidado y fue incapaz de decir nada. En las sesiones del Regazo, Samantha
suele decir que en esta sociedad ser mujer y lo que eso conlleva es muy mal
visto. Pero lo complejo del rechazo a la mujer al que ella se refiere es que no
es explícito, sino sutil, ambigüo, por un lado, para la sociedad conservadora
los hijos son un requisito y la maternidad es vista como algo sublime y
respetado. Pero esa misma “aceptación” asocia a la madre con la ama de casa
rebajándola a un nivel inferior con respecto a los seres humanos que trabajan,
sobre todo los hombres. Así, la maternidad es respetada de la misma forma que
es respetada una mujer: con rosas lastimeras y canciones cursis. Vivimos en una
sociedad que ha dejado de ver el milagro de lo cotidiano, la magia, lo
absurdamente increíble que es que se forme un ser adentro de otro, que una
mujer pueda llevar dentro de sí otros ojos, otro cerebro, otras manos, que un
ser humano pueda salir de un vientre y alimentarse de otro cuerpo. Olvidamos
que somos animales. Y que lo animal es sagrado. Esta sociedad hace que no
veamos la importancia de la maternidad, y que por ende, no podamos asumirla.
Hay una diferencia entre las mamás que entran al Regazo y
las que salen, dice Samantha. Las que entran llegan con miedos, y las que salen
se vuelven seguras. Lo que hace el Regazo es que podamos asumir la maternidad.
A Daniela Proaño, mamá de Zoe de un año, el Regazo le sirvió sobre todo para
aprender a amar la maternidad. “Antes no me gustaba, era más una carga, solo
una responsabilidad, un padecimiento. Pero aquí le fui agarrando el gusto”. Todas las mamás que estamos esa mañana en el
Regazo coincidimos en eso: después del Regazo nos gusta más ser mamás.
El Regazo existe gracias a Samantha. Ella es la gran tortuga
debajo de las tortugas. La que ha podido sostener a las madres que sostienen a
sus hijos. Ella tiene ese don. Dentro de los casos que más han marcado la
historia de Samantha, hay el de una madre que tras 15 años de matrimonio en el
que habían acordado no tener hijos, se quedó embarazada. El matrimonio estaba
por terminarse. Llegaron a un acuerdo: ella concluiría el embarazo pero al
momento de nacer, sería él quien se haría cargo por completo de la crianza del
niño. Aunque fue a las clases de preparación al parto la madre prefirió no
vincularse con el bebito por un mecanismo de protección. Al final tuvo un parto
hermoso, un parto vertical. Cuando nació el bebé, el papá cortó el cordón
umbilical y pusieron al recién nacido sobre el pecho de la madre. “le dije que
cierre los ojos y que sienta su corazón, que empiece a oler a su bebé; ella le
empezó a oler, cerquita de su nariz, de su cara, el bebito estaba con los ojos
bien abiertos sintiendo la sensación de oxcitocina que había ese momentito en
el cuerpo de su mamá y de él, como te he dicho la oxcitocina es la hormona del
amor. Ese momento la mamá empezó a llorar, le besó, con los labios le tocaba al
bebé, le olía, como una mamífera, como hacen los perros. Hace poquito le volví
a ver, ya no está emparejada pero ella sigue teniendo a su hijito y los dos son
felices”, cuenta Samantha. Ese es el don de ella: el de reecontrar a las madres
con sus bebés, el de devolver a la maternidad la magia que la sociedad le ha
quitado, el de hacer ver a la mujeres la importancia real de la maternidad, y
por ende, hacer que puedan asumirla, o en otras palabras: el de dar a las
madres la fuerza sobrehumana y la valentía que se requiere para hacerse cargo
de otro ser humano. Por eso El Regazo propone una postura política. En una
sociedad que va a mil por hora y nos aleja cada vez más de nuestros bebés, dar
de lactar se convierte en un acto político. Asumir la maternidad se convierte
en un acto político. Mientras todos van al trabajo, atraviesan el tráfico,
producen dinero, un grupo de madres se reune en un lugar fuera del tiempo, fuera
del sistema; allí dan de lactar a sus hijos, hablan del puerperio, de lo que
sienten desde que su vida ya no es la misma. La maternidad se teje en un
espacio imaginario bajo otras normas que no son las del sistema productivo. Por
todo eso el Regazo es importante, porque reivindica el acto revolucionario y
hermoso que es amamantar a un bebé en estos tiempos y decidir criarlo
conscientemente.
***
(Mundo Diners)
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