Fuimos peces y después fuimos dinosaurios. Fuimos monos, hombres, Planetas. Sangre, sexo, cielo. Libros que no leímo...

jueves, 18 de junio de 2015

Escena de alcoba





Me propusieron actuar en un cortometraje porque podría cuadrar muy bien  para el papel. Presentí que sería una “escena de alcoba”. No es que sea una estrella porno, pero desde que hice una película estudiantil que tuvo escenas de sexo, la gente suele pensar que soy muy "open mind" o por lo menos la única quiteña que acepta sacarse la ropa frente a cámara.

El director confirmó mi hipótesis. Sí, era una escena de sexo. Además, no habría luz tenue (sería en el día), ni tenían pensado “sugerir” el acto sexual; la posición no sería la del misionero sino la que en latín se conoce como “la carretilla” y vulgarmente como “en cuatro”. Y, otra cosa, mi amante sería un afrodescendiente (perdón a los negros que puedan sentirse ofendidos por este término). Sería una escena más que secundaria ( El chico con el que haría la escena y yo estábamos lejos de ser los protagonistas).  No era porno, era cine arte; y sí, a pesar de eso, acepté.  No lo hice por mi “carrera”, ni solo por romper con la pacatería quiteña. Citando Lena Dunham: lo hice por la historia. Solo se vive una vez y pensé que sería interesante actuar una escena de sexo. Por otro lado,  tener sexo con un afrodescendiente es una experiencia que me gustaría tener alguna vez (aunque sea en la ficción). 

Días después entendí que esta sería la primera vez que haría una escena de sexo; si bien había salido desnuda,  nunca hubo sexo explícito. Deduje que el rodaje no era una fantasía y ese descubrimiento me produjo escalofríos. Quería desaparecer, pero como todavía no domino la técnica de la teletransportación, decidí depilarme. Cuando llegué al Spa, la señorita me propuso “el depilado brasileño”. Aunque con solo depilarme las piernas grito como si me estuvieran matando, acepté quitarme todo el vello púbico. "Ahora todas las mujeres se hacen" "Sus esposos les piden que se hagan, y ya  les toca" "Hasta mujeres de 60 años, se hacen", decía,  mientras entendía que era demasiado tarde para correr y pensaba en la desigualdad de género, pero cuando acercó la cera caliente a mi piel,  ya no la pensé: la sentí  en carne propia. ¡No es justo! Nos educan para que a  un hombre no le importe ser gordo, viejo, feo o idiota, pero una mujer debe hacer  todo para alimentar las supuestas y/o impuestas fantasías  del género opuesto,  ir a una especie de quirófano y someterse a una tortura medieval para quitarse hasta lo que no se ve. Un hombre no tiene que hacerlo porque, a menos que sea una estrella porno, su pene se vuelve invisible en el cine. Cuando hice "Los Canallas", me obligaron a castrar al actor, es decir, cortar un plano en el que se veía su pene; sin embargo las mujeres mostramos hasta el alma. ¿Qué diría Simone de Beauvoir?, intenté imaginar, pero es difícil ahondar en el feminismo existencial cuando tienes cera caliente en la vagina.

El día del rodaje el actor nunca llegó y lo reemplazaron con un chico que conocí ese rato. “Sacarse la ropa es lo más divertido que una chica puede hacer después de mentir”, dice Natalie Portman en Closer. Y tiene razón. Desnudarse no es difícil, o bueno, las veces que lo había hecho, no me había sentido vulnerable ni frágil sino todo lo contrario: poderosa. Esta vez, sin embargo, no fue igual y por un momento pensé que quizás hubiese sido mejor mentir que sacarme la ropa, pero cuando hice esta reflexión ya estaba "en cuatro" y un desconocido arremetía contra una almohada que estaba atrás mío,  mientras el director, el sonidista y el fotógrafo intentaban registrar de la mejor manera posible mi "orgasmo".  Porque  debía tener un orgasmo justo el momento en que mi novio de la ficción me pillaba con el otro. Así que era un momento de placer y vergüenza a la vez.  Despeinada, ciega (tuve que sacarme los lentes) y fingiendo un orgasmo adquirí una mueca bastante extraña que podía ser todo, menos sexy. Cuando la escena terminó me sentí con una especie de chuchaqui moral.  Como en esos sueños en los que estás desnuda en la calle y no te importa pero poco a poco entiendes la dimensión del asunto y te empieza a importar. Y te quieres morir. Tal vez no soy tan descomplicada como creí. Pero  aquí está la historia.  Y bueno, queda claro que no sé fingir orgasmos.  :) 

Ilustración: Catalina Pérez. 

(Diners)


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