Fuimos peces y después fuimos dinosaurios. Fuimos monos, hombres, Planetas. Sangre, sexo, cielo. Libros que no leímo...

sábado, 2 de septiembre de 2017

Fleabag, la feminista que quedó pésimo frente a las feministas.





Golpean la puerta. Una mujer de cabello negro y peinado sesentero que aparenta tener ¿30? ¿25? ¿36? la abre. Es un hombre. Se besan. Fundido a negro. La mujer y el hombre tienen sexo. Entonces sucede algo espectacular. Fleabag (así se llama la mujer de cabello negro y corte sesentero) mira a cámara mientras su amante la penetra. Mientras él se mueve excitado, Fleabag nos mira a los ojos (porque mirar a cámara es mirar a los ojos) y explica, con encantador acento inglés, que se siente incómoda porque el tipo se está acercando a su trasero, pero que no va a detenerlo por dos razones: uno, está borracha, y dos, él ha hecho el esfuerzo de llegar hasta su casa. Si una escena de sexo puede resultar por si misma intimidante, interrumpir la ficción y dirigirse directamente hacia el espectador hace que lo sea más aún. Por otro lado, estos primeros diálogos de la nueva serie Fleabag ya denotan el tipo de humor políticamente incorrecto que maneja Phoebe Waller-Bridge, su creadora. 

Quizá Phoebe Mary Waller-Bridge sea el equivalente artístico de la ya famosa Lena Dunham, escritora y protagonista de la serie Girls (2012), en Londres. Ambas nacieron en 1985 y, al igual que Dunham,  Waller-Bridge es una actriz, escritora y directora.
Después de graduarse en la secundaria, Waller-Bridge entró a la Royal Academy of Dramatic Arts y en 2009 hizo su debut en la obra de teatro Roaring Trade at Soho Theatre. Más tarde apareció en la segunda temporada de la exitosa serie de drama Broadchurch. 
Años después, Waller-Bridge se convirtió en directora co-artística y fundadora, con Vicky Jones, de DryWrite Theatre Company. Con esta compañía de teatro en el teatro de renombre Soho Theatre, y a partir de ahí se mantuvo en cartelera y se fue de gira por Gran Bretaña durante dos años. Phoebe Waller-Bridge tenía 28 años cuando su carrera se disparó.  No llevó Fleabag al cine, sino a la televisión. Quizá el formato al que mejor se adaptan estas historias contemporáneas cómicas sea la televisión o la serie web, ya no tanto el cine. Tal vez la razón sea que este formato es más popular. La serie Fleabag consta de seis capítulos emitidos en BBC3.

Fleabag, el nombre que Waller-Bridge ha elegido irónicamente para llamar a su personaje,
es un término que en el inglés británico se usa para referirse a gente “que no sirve para nada”. Fleabag es un ser humano en conflicto que está solo y busca su lugar. Su familia es disfunsional (padres divorciados, hermana anoréxica y extremadamente neurótica) y su mejor amiga murió en un accidente. Fleabag  busca el amor (romántico, amistoso o un simple contacto humano) en tiempos de liberalidad, en tiempos en los que casi nadie sabe amar. La serie se caracteriza por manejar un humor muy particular, escatológico y crudo. Un humor que recuerda un poco al estilo del comediante estadounidense Louis CK (1967).
Fleabag habla con el público varios momentos, rompe la diégesis creando un metalenguaje. Pero sobre todo imponiendo su mirada de manera categórica. En esa ruptura de la ficción, de la cuarta pared, podría estar concentrada toda la esencia de la serie: Phoebe Waller-
Bridge nos dice que, de cierta manera, es Fleabag. Rompe la barrera entre actriz y personaje, y luego,  entre personaje y espectador. Si es verdad que el discurso cinematográfico debería parecerse a la lógica del voyeur que espía por las rendijas de las
puertas escenas prohibidas, aquí ese principio se cumple a la perfección. Waller-Bridge nos invita a espiar su mundo íntimo. Impone su mirada. 


En la segunda escena del primer episodio, Fleabag conoce a un tipo muy raro en un bus.
Cuando él le pregunta si tiene novio, vemos, por medio de un flash back, como ha terminado su relación pasada: mientras su novio duerme, Fleabag está despierta (no es muy común ver esto, por lo general en el cine siempre vemos a la mujer dormir o en estado pasivo mientras el hombre está despierto e inquieto, en estado activo) y tiene su laptop Mac sobre sus piernas. Mientras su novio duerme, Fleabag se masturba viendo, nada más y  nada menos, que un video de Barack Obama. Esto resulta siniestramente cómico. Primero, porque en la televisión casi no existen escenas de masturbación femenina. Y las pocas que hay, son eróticas, casi siempre destinadas al placer masculino. Esta vez no sucede así. En una suerte de inversión de roles tradicionales de género, Fleabag es quien lleva la acción, y una acción muy irreverente y en cierta medida egoísta (en lugar de hacer el amor con su pareja prefiere masturbarse). En segundo lugar, no se masturba viendo pornografía sino un video del presidente de Estados Unidos.
En otra escena, Fleabag asiste, con su hermana, a una conferencia sobre feminismo. Cuando una de las panelistas -una mujer de unos 60 años- pregunta a las mujeres que la escuchan que quién estaría dispuesta a cambiar 5 años de vida por “el cuerpo perfecto”, solamente Fleabag y su hermana levantan la mano, y claro, quedan pésimo frente a las feministas. Aunque suene extraño, esta mirada irónica sobre el feminismo no busca desprestigiarlo, sino renovarlo. Aunque luego Fleabag dice “Soy una mujer moralmente en quiebra que ni siquiera puede llamarse a sí misma feminista”. Pero  actúa como una feminista, pues es una mujer dueña de su sexualidad y sus decisiones, pero es realista y sabe que, lastimosamente, eso no la hace completamente autónoma. Y ese es su encanto como personaje. Que se declara imperfecta: ¿Cómo se puede ser más imperfecta en estos tiempos que siendo una mala feminista?. Y es que ser una feminista coherente no es tan fácil. Y Fleabag lo reconoce,  reconoce que todavía quisiera tener un cuerpo "perfecto", que no puede estar tan conforme con ella misma, que no es capaz de decirle a su amante que pare cuando éste se acerca a su trasero . Es sincera. Y la serie, más que ser un panfleto feminista, es un retrato fiel de la vida de una mujer moderna con todas las complicaciones del caso. Tal vez en lo que patojea el personaje, al menos desde mi punto de vista, es que varias veces se muestra a Fleabag como el cliché de un hombre descomplicado y resuelto. Una mujer que no llora cuando termina una relación, que se masturba mientras su novio duerme, que se enoja con un hombre porque éste no quiere acostarse con ella a la primera cita. Esto puede ser encantador, pero no sé qué tan realista. Al menos en nuestro entorno todavía curuchupa, quizá siga siendo una utopía.  


Waller-Bridge pertenece a una ola aunque sea pequeña de mujeres contemporáneas que se auto-representan a través del humor. Mujeres que más que una trama han logrado crear un personaje que se caracteriza por sus búsquedas amorosas, sexuales, por hacerse un lugar en el mundo. Representan a la “mujer contemporánea en crisis”. Lo ha hecho la estadounidense Lenan Dunham, la argentina Malena Pichot desde el sketch y el stand-up,  la también estadounidense Greta Gerwig desde el guión y la actuación en las películas de su esposo Noah Baumbach, entre otras.

Estas mujeres tienen en común su edad, el humor femenino y el hecho de que han elegido hablar de y desde si mismas. Ellas encarnan sus personajes con grandes dosis autobiográficas. En un mundo patriarcal, el hecho de decidir hablar de una misma implica una revolución. Y de hecho, ese toque de auto-representación es el que ha caracterizado la creación femenina. 

A pesar de contadas excepciones, el lenguaje habitual del cine y la televisión aún se basa en el discurso criticado por la teórica Laura Mulvey, “la mujer como imagen, el hombre como poseedor de la mirada”.  La imagen de la mujer en la pantalla ha sido mitificada para evitar la construcción de personajes femeninos reales, pues estos serían un peligro de castración para el inconsciente masculino. Los personajes reales solo son posibles con una dosis de imperfección. 

Hablar de y desde sí misma ha llevado a Phoebe Waller-Bridge inevitablemente a los terrenos de la comedia. ¿Por qué? Pues verse en el espejo puede ser crudo y doloroso, y quizá la única forma de hacerlo sea desde el humor. Verse, asumirse  e interpretarse con sinceridad da como resultado la creación de un personaje tan imperfecto como cómico. Precisamente, la mirada de Waller-Bridge es la que consigue que el espectador tampoco sienta pena ante las situaciones trágicas de su vida. Al contrario, el espectador, quien sigue los hilos de la trama desde los ojos de Waller-Bridge,  en lugar de llorar, ríe, pero con esa risa que también es llanto. Esta sensación se transmite, por ejemplo, cuando después de una noche de fracasos en sus relaciones (su hermana no quiso tomar algo con ella, el hombre con el que salió no quiso acostarse con ella en la primera cita- otra forma de subversión de roles tradicionales de género-  ayudó a una mujer borracha a regresar a su casa) Fleabag va donde su padre. El vacío que Fleabag siente es debido a una ausencia paterna: tras todos sus fracasos emotivos acude al principal: El Padre. Pero él no puede hacer otra cosa que pedirle un taxi y devolverla a su casa. Camino a casa, en el auto, Fleabag abre su camisa. Entonces nos mira a los ojos una vez más y esboza una sonrisa cómplice. Esa sonrisa que dice que a pesar de que todo le ha salido mal, vale la pena existir, porque es libre, porque tiene experiencias, porque todavía tiene tiempo para perder el tiempo. La vida puede ser una mierda, pero vale la pena vivir.

(Publicado originalmente en Mundo Diners) 

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