Aceptémoslo,
somos unos adictos a las telenovelas. Aceptémoslo, las series son las nuevas
telenovelas, telenovelas aptas para millenials. Sólo Netflix tiene la capacidad
de hacer que un cantante de pop que ya casi no se escuchaba, sea ahora el tema
de conversación de todo el mundo. Porque ahora todos hablan de Luis Miguel. Las
mamás, los adolescentes, los rockeros, las amas de casa, los oficinistas,
todos. Antes de su serie, para un buen grupo de gente, Luis Miguel no era más un
un artista indudablemente virtuoso pero cuyo tiempo había pasado y ahora no
hacía más que sumarse a la lista de celebridades endeudadas. Quizá por eso cuando salió la serie nadie se
esperaba que atrás de ese “niño bonito” que no había sido lustra botas como
Juan Gabriel hubiera una historia tan desgarradora. Ni la más entreverada
telenovela mexicana es tan dramática como la vida de El sol de México. Un padre
dual, que cultiva su genio pero destruye a la familia, una madre que desaparece
sin dejar rastro. La historia ya estaba escrita. Casi que los guionistas de
Luis Miguel, la serie, no tuvieron que
hacer más que transcribir los hechos de su vida, que es más compleja que
cualquier engranaje de la ficción.
La serie, que
hasta ahora tiene alrededor de 300 millones de espectadores, maneja dos
tiempos. En el primero son los años ochenta. La familia Gallegos acaba de
llegar a México buscando futuro. Luisito Rey (Óscar Jaenada), un artista
virtuoso pero frustrado, se da cuenta de que su propia carrera no tiene
oportunidades pero que la de su hijo, Luis Miguel (Diego Boneta, Izan Llunas,
Luis de la Rosa) en cambio, promete demasiado. Vemos a Marcela Basteri (Anna
Favella) como una madre completamente entregada a la que le parecería imposible
abandonar a su familia. En el segundo tiempo, un Luis Miguel ya famoso, busca a
su madre que ha desaparecido. Nadie sabe cómo. En el camino se da cuenta de que
su padre le ha ocultado muchas cosas relacionadas a este hecho. Nos
preguntamos: ¿Qué pasó en el medio?, ¿Por qué desapareció la madre?, ¿Cómo
alcanzó la fama?. Estas preguntas que oscilan entre estos dos tiempos son el
mayor hallazgo de la estrategia de los guionistas.
Una de las
constantes en la fiebre de las series de moda es que sus protagonistas son
antihéroes. Los buenos pasaron de moda, son los villanos los que tienen cosas
más interesantes que decir.Vemos la historia desde el punto de vista del
villano, nos identificamos con él, lo entendemos. Ejemplos de ello son Breaking
Bad, Mad Men, Los Soprano, etc. Luego
esta tendencia influye también en las series latinoamericanas, con la
diferencia de que en este caso los personajes ya no son ficticios (Escobar,
Chávez, El Chapo). Parecería que no hace falta inventar un Walter White cuando
existe un Luisito Rey. Si Ecuador hiciera su serie de Netflix, ¿cuál sería el
personaje? ¿El cuentero de Muisne?,
¿Abdalá, la serie?, ¿Correa, una historia real?
¿El genio nace o
se hace?, ¿Ese Luis Miguel que arrasó con el público de Viña del Mar en 1990
hubiera sido posible sin su padre?, ¿Ese Luis Miguel al que se le ocurrió la
idea brillante (o al menos así está planteado en la serie) de hacer covers de
canciones populares hubiera sido posible sin Luisito Rey?... He aquí la maestría
de la serie: el personaje de Luisito Rey (interpretado por el gran Óscar
Jaenada que ya hizo su aparición en Piratas del Caribe y sorprendió en otra
biopic, Cantinflas, por el gran parecido con el original)
Además que el
trabajo del actor es magistral, el personaje de Luisito Rey está muy bien
construido. Por un lado es el monstruo capaz de drogar a un menor de edad, a un
menor de edad que además es su hijo, un mosntruo al que no le importa nada más
que la fama y el whisky, que engaña a su mujer y claro, lo más fuerte, capaz de
“desaparecer” a su mujer con tal de controlar la fama de su hijo (o al menos
esto es lo que sugiere la serie, aprobada por el propio Luis Miguel) . Pero ese
mismo monstruo es capaz de tocar la guitarra increíblemente, y, sobre todo, de
heredar su devoción por la música a su hijo. Ese mismo mosntruo es el que,
antes del concierto de Viña del Mar, se sienta con Miky (así le dicen a LM en
la serie) se pone a tocar, y se
transforma. Por eso estremece tanto (cuidado, alerta de spoiler) la escena en
la que Luis Miguel sale de un concierto y su padre le espera con una pata de
chancho, a manera de reconciliación, pero él pasa de largo. Luisito Rey se
queda solo, empieza a sonar La Malagueña,
esa canción que le enseñó a su hijo y que fue la primera que cantaron juntos.
Esa canción que resume la devoción por su hijo, por la música, el amor, el
odio, el dolor. Si dejaban el estribillo se nos partía el corazón. Luisito Rey encarna
al padre del genio, ese padre dual, que
ama y somete a su hijo, ese padre que se parece al padre de Mozart, al de
Bethoven, que es perverso pero riguroso, que inculca la música con sangre. Nos
preguntamos si eso que llamamos genio, eso que se llama éxito, no es un don
divino sino el resultado de una educación severa, una mano dura, un sacrificio
de sudor y sangre.
Sabemos que la
serie es buena porque ¿de cuándo acá un millenial, o un metalero, o un punkero
o simplemente alguien cuyo oficio nada tiene que ver con el pop, de repente se
interesó por la vida de una estrella pasada de moda?. Sabemos que la serie es buena
cuando nos sorprendemos, un sábado cualquiera, escuchando Luis Miguel en vez de
nuestro repertorio de rutina. Sabemos que la serie es buena porque Luis Miguel
ya puede pagar sus deudas. La serie está bien tiene factura cinematográfica.
Las actuaciones funcionan, sobre todo, como ya hemos dicho, la de Óscar Jaenada.
El guión atrapa tanto que después de que el capítulo termina nos ponemos a
googlear sobre la vida de Luis Miguel, o nos dedicamos a buscar en YouTube alguna
pista sobre la desaparición de Marcela. De todas maneras me pregunto ¿qué
hubiera pasado si no se estrenaba en Netflix sino en Televisa?, es decir, ¿qué
hubiera pasado si en vez de la elegante etiqueta de “serie” hubiera estado
catalogada como el temido género de “telenovela”? ¿Hubiera tenido el mismo
pegue?, ¿La hubieran visto los millenials?, ¿La hubiera visto yo?.
(Babieca)
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