Fuimos peces y después fuimos dinosaurios. Fuimos monos, hombres, Planetas. Sangre, sexo, cielo. Libros que no leímo...

lunes, 2 de junio de 2014

El principito: las estrellas se ríen en el desierto (de lo real)

I. La infancia es un planeta en el que solo alcanza uno…

Ya hace mucho tiempo que el principito desapareció en el desierto. Digo hace mucho tiempo, pero si queremos ser exactos (no olvidemos que a las personas mayores les encantan las cifras) habría que decir que fue hace 77 años.  Pero digamos que fueron 100. ¡Cien años! Eso explica que mis recuerdos a estas alturas  ya sean tan ambiguos como mi infancia. Solo me quedan pedazos de luz que se fugan cuando los pienso: una serpiente amarilla, sus rizos brillantes, sus baobabs. Mi edición pequeña forrada con plástico, las manos de mi madre, su voz. El Principito era una especie de mapa que intenté descifrar. Un manifiesto extraterrestre. No lo recuerdo como un libro dulce, sino como algo bello… Y triste. Infinitamente triste. Insoportablemente triste. Y he aquí el secreto, señores: la infancia también es soledad. El principitodelira en el desierto, le ha picado una serpiente y alucina estrellas. O tal vez él mismo seala alucinación de un aviador que no ha probado agua en días. Algo así es la infancia. Además, dura un segundo y después… Quizás por eso el libro es un mapa; una partitura que hay que descifrar para recuperar sus vestigios de la infancia, ese planeta brillante en el que solo alcanza uno. 






















Para su evasión, aprovechó una migración de aves silvestres...

II. El viaje del principito (o el miedo al silencio.)
Un día, el principito abandonó el asteroide B-612. El asteroide B-612 es del tamaño de una casa. Tiene 3 volcanes. Dos en actividad y uno extinguido. Pero nunca se sabe.  El principito aprovechó la migración de aves salvajes y se aventuró al espacio sideral. Voló lejos. Huyó de una rosa con 4 espinas. Huyó porque amaba a esa rosa. Y cuando uno ama lo mejor es volar. El principito recorrió varios planetas en los que encontró hombres tan egoístas que no eran hombres, sino hongos.
El viaje del Principito es una metáfora de la ceguera humana. Nos equivocamos al decir que los adultos no imaginan. Pues sí lo hacen: imaginan infiernos, mueren y matan por fronteras que no existen. Los niños no imaginan, eso es un cliché: los niños ven de verdad la magia que existe en el mundo de verdad. Los adultos no son malos, más bien son seres tristes que se esclavizan para no enfrentarse a la inmensidad de las estrellas o de sí mismos (si es que hubiera alguna diferencia).

En el primer planeta el principito encuentra a un Rey. A pesar de que el pequeño asteroide no tiene más habitantes que el Monarca, el hombre se empeña en gobernar.  Sueña el Rey que es Rey.  Pero, ¿qué gobierna? Las estrellas, los planetas, los cometas… “ Si ordeno a un general que se transforme en ave marina y el general no obedece, no será culpa del general”. Si ordeno a la lluvia caer en abril y a los arupos florecer en agosto, seguro me obedecerán. El Rey sabe este secreto y se guiña el ojo a sí mismo. Él es feliz así. En otro planeta igual de pequeño el principito encuentra a un vanidoso solitario. El ser más vanidoso del mundo está completamente solo: no podría ser de otra manera. Después encuentra a un hombre rojo que hace sumas y restas todo el día, a un borracho que bebe para olvidar que es un borracho y a un geógrafo de escritorio que jamás se ha movido de su puesto. El capítulo del farolero es tan bello que podría ser otro libro: El farolero o la historia más triste del mundo. El farolero habita un asteroide pequeño, muy pequeño. El asteroide tiene un farol que el farolero debe encender y apagar un millón de veces. Lo hace porque es la consigna. La consigna es la ceguera: la fe en una actividad absurda que sostiene una inmovilidad con el fin de ocultar la nada. La actividad del farolero recuerda al típico rito obsesivo-compulsivo de apagar y encender la luz 80 veces antes de dormir para que no suceda una desgracia. Todos los personajes que el principito encuentra en su viaje hacen actividades compulsivas. Encender y apagar un farol. Sumar y restar. Beber para olvidar que se es un borracho. Actividades absurdas. Actividades-ruido que buscan silenciar. El obsesivo habla para callar, busca para ocultar, y se mueve para detener. ¿Qué más le queda a alguien que habita un planeta abandonado en el universo?, ¿qué más puede hacer si no encender y apagar mil y un veces un farol? Inventar leyes y creer ciegamente en ellas para olvidar que estamos solos, que no tenemos súbditos, que somos unos borrachos…

III. La tercera roca alrededor del sol
(O pequeña crónica del mamífero bípedo)
—¿Qué me aconseja usted que visite ahora? —preguntó.
—La Tierra —le contestó el geógrafo—. Tiene muy buena reputación...
Y el principito partió pensando en su flor.


El principito llegó a la Tierra. La Tierra: planeta del Sistema Solar que gira alrededor de su estrella en la tercera órbita más interna. Se formó hace aproximadamente 4.500 millones de años, pero la vida surgió 1.000 millones de años después. La vida: aquello que distingue a los reinos animal, vegetal, hongos,  protistas, arqueas y bacterias del resto de realidades naturales. Implica las capacidades de nacer, crecer, metabolizar, responder a estímulos externos y reproducirse. La vida, en este caso, incluye la formación de millones de especies, entre ellas, el ser humano. Ser humano: especie de primate de la familia de los homínidos. Animales bípedos medianos. Se reproducen mediante la intervención de dos personas de diferente sexo, con más frecuencia en verano. El pulgar oponible permite a los humanos manipular cosas con precisión. Las personas aman las cifras. Las personas caminan sobre la Tierra. La Tierra flota sobre fuego. En la Tierra hay  alrededor de 7.046 miles de millones de personas. Entre ellas ciento once reyes. Siete mil geógrafos. Novecientos mil hombres de negocios. Siete millones y medio de ebrios. Trescientos once millones de vanidosos, es decir, alrededor de dos millones de personas mayores. Los hombres tienen fusiles y cazan. También crían gallinas. Es su único interés




¿Dónde están los hombres? —Dijo el principito—. Se está un poco solo en el desierto.
—Con los hombres también se está solo. —Dijo la serpiente.

Aunque haya más seres humanos, cada uno es un planeta. La Tierra es grande y hay millones de hombres y mujeres iguales los unos a los otros. Millones de rosas iguales las unas a las otras. ¿Dónde está el sentido si nos repetimos una y otra vez?, ¿si lo que pienso hoy ya lo han pensado antes?, ¿si mi piel tiene rastros de estrella que ya fueron de otra piel?Nos repetimos, y aún así, estamos solos. Somos eco que devuelve soledad.  El principito lloraba amargamente pensando en todas estas cosas, pero el zorro le contó algunos secretos: las rosas se repiten como estrellas pero pueden ser únicas. El Quijote de Pièrre Menard es diferente al de Cervantes. Las cosas son únicas cuando los ojos las transforman. Se transforman cuando las domesticamos. Domesticar quiere decir “crear lazos”.  Por eso el principito quería a la rosa de 4 espinas. Pero el principito quería tanto a esa flor que tuvo que dejarla… Porque cuando uno domestica, corre el riesgo de llorar un poco. “Para mí el trigo es inútil, pero cuando me hayas domesticado, el trigo dorado será un recuerdo de ti, y amaré el ruido del viento en el trigo” le dice el zorro al principito. Y el principito lo domestica. Pero cuando debe seguir con su viaje y dejar al zorro, este llora.

- Pero vas a llorar —dijo el principito—.
- Sí —dijo el zorro.
- Entonces, no ganas nada.
- Gano —dijo el zorro— por el color del trigo.

IV. Lo que no tiene cuerpo.
Las estrellas que son bellas por una flor que no se ve.


¿Qué pasaría si en un segundo, al mismo tiempo, el farolero dejara de encender su farol, el hombre de negocios de contar las estrellas, el rey de gobernar, el geógrafo de leer y el borracho de beber? Caería la Mátrix:  bienvenidos al desierto de lo Real (que es el mismo en el que apareció y desapareció el principito, el mismo en el que Exupéry chocó con su avión para reencontrarse con el pequeño extraterrestre).

El sonido de las estrellas sería insoportable: escuchar al Universo es tan aterrador como escuchar la circulación de la sangre. Pero es hermoso… Poco a poco empezaríamos a entender que lo que verdaderamente existe es lo que no se ve. En el desierto de ‘Lo Real’ no se ve nada, no se oye nada. Y, sin embargo, algo resplandece en el silencio…
El Principito es todas esas imágenes invisibles: la caja del cordero. La piel de la serpiente que contiene al elefante. La risa de las estrellas. El cabello dorado en los campos de trigo. Las cosas tienen sentido por otras cosas: las estrellas están llenas de flores, las flores de manos, las manos de planetas, los planetas de ojos. El mundo está lleno de huellas. Fantasmas que bailan en el cielo. Prehistoria cósmica.
Ganamos,  por el viento en el trigo.



(Cartón Piedra)

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