La acción, la famosa acción que existe
desde Aristóteles hasta Robert Mckee, desde Platón hasta Woody Allen, en
el género cinematográfico recientemente denominado Slacker no
existe. O existe de una forma sutil, imperceptible. Si en los 60s, 70s y
80s hubo héroes, los jóvenes creyeron en algo, pertenecieron a algo,
(partidos políticos, cineclubs, sindicatos, etc) salieron a la calle con
pancartas, se desnudaron como forma de protesta, los jóvenes nacidos a
partir de los 80s (que incluye varias generaciones, entre ellas la mía)
nacieron en una especie de basurero posmoderno donde todo ya había sido
creado y destruido. Luchar- esa palabra tan vinculada al conflicto,
palabra, a su vez vinculada a la construcción del guión clásico- no
tenía sentido para los jóvenes de mi generación. Si la moda vinculada a
la ideología antes tenía que ver con llamar la atención (hippies en los
60s y 70, onda vaselina en los 80 y punks en los 70s y 80) la de los 90 y
2000 tiene que ver con lo contrario: pasar desapercibido. No poner
énfasis en la apariencia. Vestir con lo primero que se encuentre: ropa
heredada de los primos, sacos del abuelo, camisetas del uniforme del
colegio. Dentro de este contexto nace el grunge en la música con bandas como Nirvana y Alice in Chains a la cabeza. Y en cuánto al cine, nace un género – o más bien sub-género, pues no es muy conocido – denominado slacker
. Aunque no hay reglas, se podría decir que hay ciertas constantes por
las que se caracteriza: el blanco y negro, los encuadres fijos, los
planos abiertos; sus personajes suelen ser jóvenes de clase media sin
mayores aspiraciones en la vida y con trabajos raros (vendedores en
tiendas de videos, cyber café, etc) su diálogo se caracteriza por un
cierto encanto en la trivialidad. En inglés, slacker quiere decir: “persona que evade sus impuestos y responsabilidades”. La película independiente norteamericana Slacker (1991)
podría considerarse la precursora ya que es la que da el nombre a esta
tendencia. En esta película una cámara transita durante un día por la
ciudad de Austin- Texas, y muestra a varios personajes que aparentemente
no tienen relación entre sí: pordioseros, músicos, intelectuales,
anarquistas, delincuentes, etc . Otro ejemplo es la opera prima del
americano Kevin Smith, Clerks (1994). Este
film independiente muestra un día cualquiera de un empleado de una
tienda de autoservicio. Todo sucede en una hora y media y en un solo
escenario: el supermercado. Se podría mencionar también algunas de las
películas de Jim Jarmush, como Down by law (1986), Coffee and cigarrettes (2003), entre otras .
En América Latina, si bien no se habla de slacker,
existen varias películas que cumplen con los requisitos de este
sub-género. Según los colombianos Luis Ospina y Carlos Mayolo, a finales
de los 70s el realismo social, que había sido una poderosa herramienta
de denuncia, se convierte en lo que ellos denominan “porno-miseria”
debido a su tendencia a retratar la pobreza del tercer mundo para
vendérsela a los países desarrollados, sobre todo europeos. Esto no sólo
pasa en Colombia sino a nivel de Latinoamérica. Como antítesis al
realismo social surge una nueva tendencia cuya mirada ya no está
dirigida hacia las grandes temáticas sociales sino hacia las historias
mínimas. Así, tienen lugar una serie de películas que podrían
denominarse como slacker latinoamerícanos, si se los
quiere nombrar de alguna manera, pues mantienen varias constantes: sus
protagonistas son jóvenes que divagan por las calles, están filmadas en
blanco y negro, tienen una estética minimal, suelen destacar por sus
bandas sonoras (en su mayoría vinculadas al rock) o en su defecto, sus
guiños al rock y a la música independiente. La mexicana Temporada de Patos (2004), la mexicana Güeros (2014), la uruguaya 25 watts (2001) y la argentina 76 89 03 (2000) son algunos ejemplos.
Este mes Ochoymedio hace un homenaje a
este tipo de cine. Más allá de los géneros o las etiquetas con las que
se lo pueda catalogar, la muestra se caracteriza por presentar un cine
de jóvenes. Las películas que se han seleccionado van desde la clásica Rebelde sin causa (1955) pasando por The Dreamers (2003), Kids (1995) hasta las latinoamericanas ya citadas Temporada de Patos, 25 watts y Güeros, entre otras.
La relación de estas películas y la
música es muy estrecha. En muchas de ellas los personajes tienen una
banda, o llevan camisetas de bandas de punk, o, en el caso de Guëros,
los personajes van en busca del ficticio Epigmenio Cruz, de quien se
dice que era el último rockero mexicano, su música era tan buena que una
vez hizo llorar a Bob Dylan. Como la música independiente, estás
películas proponen un espacio de libertad que encuentra su rebeldía no
en la acción sino en la apatía. Es por esto que se han escogido una
serie de bandas ecuatorianas que formarán parte de la misma muestra.
No hay que olvidar que slacker quiere
decir vago, alguien que se dedica a vagar, deambular, ir de un lado a
otro y no llegar a ninguna parte. El hecho de no llegar a ningún lado
podría leerse como una especie de respuesta posmoderna al concepto de
Historia trascendental en el que siempre se necesita un héroe. Los
protagonistas de estas películas son unos bellos anti-héroes que no
avanzan sino que deambulan, que no quieren ser “alguien en la vida” sino
que ocupan su tiempo en resolver dilemas existenciales en los que se
preguntan por qué el desayuno continental se llama continental o si
pisar caca es mala o buena suerte; prefieren re-descubrir la ciudad
desde sus autos viejos, fumando marihuana, llegando a ninguna parte. En
este sentido este sub-género, dentro de su pasividad, es una
contestación subversiva- y en cierta medida muy sutil, muy poética- a la
sociedad.
(Publicado originalmente para Ochoymedio)
No hay comentarios:
Publicar un comentario