Si
usted es de los que piensa que sus pequeñas decisiones insignificantes, como elegir café o té, pueden definir el
curso del Universo para siempre, mejor absténgase de Bandersnatch, la película
de los creadores de la serie Black Mirror, estrenada en Netflix el 28 de
Diciembre del 2018.
En
1984, Stephan Bulter, un adolescente con
problemas mentales, quiere diseñar un
videojuego inspirado en una novela fantástica, de esas que estaban de moda, en
las que el lector decide el destino de los personajes. El libro que Stephan
está leyendo, al igual que la película que nosotros estamos viendo, tiene
varias posibilidades de trama, las cuales dependen de las decisiones que tome el
lector (o el espectador). Este principio recuerda a la Biblioteca de Babel de
Borges, en la que existen todos los
libros, pues existen todas las combinaciones posibles del alfabeto. Lo que
escalofriantemente quiere decir que allí también está escrito el libro de
nuestras vidas, pues este sería una posibilidad más de combinación alfabética.
Esta idea vertiginosa recuerda a los principios de la Mecánica Cuántica, que
afirman que el espectador tiene la capacidad de transformar la realidad con su
mirada. Es decir que existen tantas realidades como observadores. Este concepto
supone la existencia de mundos paralelos y desafía la existencia de un solo
Dios y de un Destino. Es por eso que sobre estos mismos pilares se sostienen
los principios de la filosofía posmoderna. Al ser la mirada la protagonista de
la escena, todos los caminos son posibles, hay la sensación de una especie de
autonomía, de libre albedrío; sin embargo, esta “libertad” se ve amenazada apenas
nos enfrentamos a estas preguntas: ¿Cómo elegimos los caminos que elegimos?
¿Por qué los elegimos? Y sobre todo, ¿Quién los elige?
¿Realmente somos
nosotros los protagonistas de nuestras vidas?. La tortilla se da la vuelta. El
observador es observado. Después de tener todo el poder sobre nuestro destino,
nos damos cuenta de que hay algo, sólo una cosa, un pequeño detalle, que no nos
pertenece: la conciencia. Esta idea se ve reflejada en la escena en la que
Collin (amigo que ayuda a Stephan a diseñar el juego de video) le invita a
tomar un ácido. La película interactiva da la opción al espectador de aceptar o
no el ácido. Sin embargo, si se decide que no, Collin mete la droga en el té, y
Stephan termina ingiriéndolo de todas maneras. Cuando Stephan le pregunta a su
colega por qué lo hizo, él le responde: “decidí por ti”. Interactivo quiere decir que podemos elegir,
y he aquí la paradoja brillante de Charlie Booke, el hacernos partícipes del
diseño de un destino es precisamente la forma que encuentra el sistema para
esclavizarnos. Un sistema que se basa en una supuesta “libre elección” que no
es más que otra forma de atadura. La
tecnología, la esquizofrenia, las realidades paralelas, en el fondo esas estructuras no son más que
un espejo negro de la cárcel más escalofriante: el sistema.
Esta cita a Phillip K.Dick es lo máximo. |
Si
con los capítulos de Black Mirror ya experimentamos un desasosiego profundo
ante el capitalismo y la tecnología, con
Bandersnatch tenemos toda la sensación de ser un personaje más dentro de
la trama. Esta vez somos parte del juego. Charlie Brooker pone al espectador en
el lugar del protagonista. No sólo lo hace mirar a través de sus ojos, sino que
lo hace elegir por él. Si después de la
invención del montaje, de yuxtaponer planos cerrados, abiertos, y sobre todo,
planos “subjetivos”, se logró establecer la mirada del protagonista, con el
recurso de la película interactiva (o por lo menos de esta película
interactiva) se logra ir un paso más allá en el proceso de identificación
espectador-personaje. Al tomar las decisiones del protagonista, el espectador
se sitúa inmediatamente no solo en su mirada, sino que parece zambullirse en su
mente. Hay que tomar en cuenta que en este caso se trata de una mente
esquizofrénica. Entonces lo que sucede es escalofriante: mientras decidimos por
Stephan, nos vamos dando cuenta de que no decidimos sobre nosotros; así como
nuestra mente parece estar sobre la suya, presentimos que hay algo más que nos
domina a nosotros, o por lo menos dudamos de la autonomía de nuestras
decisiones. Sugestionados por la paranoia en la que nos ha sumido Brooke con
maestría, nos preguntamos si alguien, algo, decide por nosotros. ¿Quién?.
(Babieca)
No hay comentarios:
Publicar un comentario