Día uno:
Dolores light
(taquicardia en la peluquería)
Dejar de ser rubia no es fácil (aunque seas teñida) pero decido hacerlo porque la operación toma alrededor de 4 horas, 4 horas de desconexión. Ir a la peluquería es otra de mis tácticas de huída, además mi peluquera es mi amigui, ella no me habla de su vida, es una persona que respeta el silencio y no pierde el tiempo fingiendo que entiende algo que no le importa. Sabe también que no le voy a decir nada que valga la pena y le da pereza verme fingir. Entonces las dos callamos.
Sin emabrgo esta vez el ritual cambia, el tinte actúa con furia y las dos nos convertimos en mujeres al borde de un ataque de nervios. Mientras la pintura tiñe mi cabello la respiración me falla, pienso que el delantal me está ahorcando y me lo saco, no siento las manos, el corazón se me empieza a acelrar, ¿será que tuve una reacción alérgica? Esa idea me mata. Pienso en llamar a la ambulancia, me imagino llorando en el hospital con el pelo teñido, me veo luchando contra las enfermeras y manchando de rojo la camilla. Mi peluquera se asusta y me da caramelos. Me enjuaga el pelo y me pone un espejo delante, lo que veo es aterrador, mi pelo es fuxia, parece una broma de mal gusto. Estoy pálida, extraño mi imagen rubia, me extraño, lloro, estoy histérica, a ella le tiemblan las manos, me dice que la única forma es poner un tinte negro, ¡negro!, ni modo, prefiero cualquier cosa a ese color chicle. Mientras esperamos la reacción del segundo tinte fumamos un cigarrillo, ya no hay más silencio, le cuento desperadamente mi vida privada, como si fuera mi última oportunidad de hablar, ella me escucha y supongo que piensa que necesito un psiquitara. Es una resurrección patética, tengo que aprovechar al máximo ya que en pocos minutos dejaré de ser yo.
Me enjuaga, esta vez no es terrible, sólo diferente, me veo en el espejo y pienso que tengo que callar, ahora soy mi gemela mala.
Día dos:
“Se acabó todo lo que había, queda un cigarro mojado”
-Andrés Calamaro
Parece domingo pero hasta el lunes es sábado. Las paredes se caen y la sala sigue vacía. No tengo hambre pero sé que tengo que comer (porque sé que tengo que chupar). En la refri tres brócolis y media cebolla componen una imagen que invita al suicidio. Como sólo quiero proteger mi estómago para el alcohol que voy a ingerir, preparo los vegetales sin aceite, me los como sin ganas, están totalmente crudos y con los bordes quemados.
“Such a perfect day”, extraño los veranos que nunca existieron…
Sólo queda un libro de César Vallejo en medio de los pedazos de brócoli crudo que mi estómago no pudo digerir. Fuck off.
Día tres:
(celebraciones invisibles)
Tengo que hacer algo, si sigo así me voy a morir del desgano, del despecho, de la tos. Salgo del trabajo con un único objetivo: conseguir un vestido blanco. No sé por qué lo quiero pero algo en el inconsciente me dice que eso es lo que va a salvarme, un puro y virginal vestido blanco.
También compro manteles y un collar rojo. Quiero seguir comprando, sé que hay algo que me espera y yo debo comprarlo. Imprimo el poster de Tinta Sangre. Antes de volver a la casa compro dos focos, después compro flores (rosas rosadas). Llego preparada, está todo listo para el Gran Evento (¡qué pena!) escucho los Rolling Stones y pinto la mesa, pinto una copa, pinto un vaso, pinto todo lo que está a mi alcance, como si así dejaría de sangrar, de llover (jajajaja).
Me drogo un poco con el aerosol, fumo un marlboro blanco (qué asco, sólo los…. fuman eso) saco y pego cosas, clavo en la pared que se sigue cayendo, cambio de lugar los muebles y nunca quedan bien (me recuerda a la casa de un tía en la que al rededor de 10 años pintaban las paredes, lacaban, ponían tablas triplex, pero la casa siempre estaba oscura y ellos siempre peleando).
Entonces llega la hora de las flores, me doy cuenta de que no tengo floreros (pero no tengo floreros en casa, es el tren que pasa) cojo una botella de guitg y meto las rosas a la fuerza, me lastimo un poco los dedos. Se ve fatal, es tan triste que me da un calambre en la espina dorsal, quiero vomitar, llorar a mares, es como ver un cadáver o los restos de pintalabios en el cigarrillo (una mala espina que no da para más). Llevo el arreglo a la sala, parecen las flores de un nicho que ya nadie visita, pienso que tal vez compré las flores para mi propio entierro (¡joder!), saco las rosas con despeseración ,los pétalos y las espinas quedan regados en las baldosas blancas. Es un crimen, me basta verlo para saber que es hora de retirarme
Día cinco:
(los síntomas persisten)
Escucho el aleteo nervioso de un animal volador atrapado en la cortina. Imagino una mariposa negra (horror) imagino un bicho corpulento con alas o escamas. El ruido me amenaza, tal vez sea un cuervo o un buitre.
Fuimos peces y después fuimos dinosaurios. Fuimos monos, hombres, Planetas. Sangre, sexo, cielo. Libros que no leímo...
domingo, 24 de julio de 2011
jueves, 14 de julio de 2011
grito de oficina
Y de repente el cielo es demasiado para la palabra cielo, el concepto silla se ve reducido a un objeto inexplicable compuesto de patas y madera. Las líneas de mi mano son un garabato inconexo y mis ojos una especie de canicas que no se diferencian mucho a un pez. Existo, es la consecuencia de despertar a las tres de de la mañana cuando las palabras se han estrellado en las ventanas.
domingo, 10 de julio de 2011
Diálogos
(encontrado en mi diario del 2001)
-Es hermosísima, señorita, pero le repito que la mía es mejor
-Hay tantas verdades como fotografìas y ojos. Es absurdo querer relacionarlas, aunque tratándose de usted… Pero no, definitivamente no habría una mejor
-¿Qué opina acerca del río?
-¡El río! Ahhhh. El tiempo, la eternidad, lo voluble…
-Y, ¿lo nada?, ¿lo admira?, ¿lo atraviesa en un puente?, ¿cómo se sirve de él?
-Con mis distintas caras. Aveces soy un pez, otras un navegante, otras, agua…
-¿En calidad de ubicuo?
- En el mejor de los casos, cuando logro un equilibrio, pero como no sucede con frecuencia, me conformo con mi horario, relativamente estable
-¿Por qué no?
-Porque busco alcanzar lo desconocido
-No lo busque más. Ya lo ha encontrado-Lo sé pero me engaño. Simulo una insaciable búsqueda sabiendo que llevo al pequeño espejo en mi bolsillo. Extraño juego
-Tal vez sea miedo, o pura estupidez..
-Es hermosísima, señorita, pero le repito que la mía es mejor
-Hay tantas verdades como fotografìas y ojos. Es absurdo querer relacionarlas, aunque tratándose de usted… Pero no, definitivamente no habría una mejor
-¿Qué opina acerca del río?
-¡El río! Ahhhh. El tiempo, la eternidad, lo voluble…
-Y, ¿lo nada?, ¿lo admira?, ¿lo atraviesa en un puente?, ¿cómo se sirve de él?
-Con mis distintas caras. Aveces soy un pez, otras un navegante, otras, agua…
-¿En calidad de ubicuo?
- En el mejor de los casos, cuando logro un equilibrio, pero como no sucede con frecuencia, me conformo con mi horario, relativamente estable
-¿Por qué no?
-Porque busco alcanzar lo desconocido
-No lo busque más. Ya lo ha encontrado-Lo sé pero me engaño. Simulo una insaciable búsqueda sabiendo que llevo al pequeño espejo en mi bolsillo. Extraño juego
-Tal vez sea miedo, o pura estupidez..
martes, 5 de julio de 2011
Síndrome de Stendhal
Sobre La Extracción de la piedra de la Locura
El síndrome de Stendhal (también denominado Síndrome de Florencia) es una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a obras de arte, especialmente cuando éstas son particularmente bellas o están expuestas en grandes cantidades en un mismo lugar.
Fui víctima del síndrome de Stendhal cuando me enfrenté por primera vez a La extracción de la piedra de la locura, pintura del holandés El Bosco realizada entre el 1475 y 1480. El cuadro es una ventana a un mundo mágico. Cuatro individuos hacen una operación quirúrgica en el campo. Todo parece indicar que se trata de una Ceremonia. El primero lleva un embudo en la cabeza, y con una pequeña cuchilla, abre el cráneo de un hombre, pero en lugar de extraer una piedra, saca un flor. A su lado, un Obispo calvo levanta su mano mientras mira la escena como dando su aprobación, o incluso su bendición. Por último, un tercer personaje (que parece hermafrodita) mira aburrido la intervención mientras sostiene un libro grueso en su cabeza.
El sujeto que es sometido a la cirugía, mira directamente al espectador. Su mirada es un grito congelado, que invita desde el pasado, a descubrir algo.
¿Qué hacen estos personajes en el campo?, ¿qué tipo de ritual es?, ¿qué ocultan?, ¿por qué el operado mira al espectador?, ¿qué le quiere decir?. El Bosco tenía el secreto, y por medio de esta obra, nos dejó algunas pistas. Imaginé que se trataba de una especie de lobotomía alquímica que consistía en extraer la piedra de la locura con herramientas quirúrgicas. El Cirujano encontraba el punto sensible en el que el mal se había acumulado y se había endurecido como un tumor, entonces abría la piel y extraía la angustia, el miedo, el deseo. Una vez afuera, el tumor ya no era un mal, sino la materialización del misterio, un objeto palpable que contenía al Universo dentro de sí. Este ritual era prohibido, por eso debía realizarse en las afueras de la ciudad. El embudo que tiene El Maestro en la cabeza es una antena que sirve para conectarse con otro Tiempo, con otras Galaxias. Los hombres de la Edad Media descubrieron la forma de llegar al gran misterio, y por medio de esta ceremonia extraían la piedra filosofal, que no se encontraba afuera, como creían todos, sino adentro, era la materia que los seres humanos llevamos dentro y que contiene el secreto de todas las cosas.
Decidí investigar el origen pero no encontré lo que quería ver. Según los estudios, El Maestro no es sino un farsante, y la locura no es un misterio sino pura estupidez. Los doctores de la época conocían remedios para la tos, para el dolor, pero no para la demencia. La locura era algo absurdo comparado a la simpleza. Entonces a los impostores se les ocurrió hacer negocio con el padecimiento de la gente. Iban a los hospitales cazando locos, les ofrecían extirpar su mal con herramientas quirúrgicas. Según ellos, la locura era una especie de cálculo duro que estaba ubicada en la parte superior de la sien. El impostor acostaba a la víctima en una camilla, sacaba sus herramientas, y procedía a abrir la piel hasta lastimarla. Cuando salían las primeras gotas de sangre, disimuladamente sacaba una piedra del bolsillo y se la entregaba al paciente, fingiendo que se trataba de la materialización de su enfermedad.
“Maestro, extráigame la piedra, mi nombre es Lubber Das”, es el título que pone con letra cursiva al final del cuadro y que tiene la apariencia de enigma. Sin embargo, según las lecturas, estas palabras no esconden mayor misterio, pues Lubber Das era un personaje satírico de la literatura holandesa que representaba la estupidez. Así, El Bosco haría una crítica a la inocencia de las personas que creían en la farsa, y no una alusión al misterio de la locura.
La Locura (ese monstruo) resultó ser un inocente e indefenso tulipán. No una piedra (algo oscuro, pesado, indefinido) sino una liviana flor que se burla de la profundidad de la palabra Locura reduciéndola a la palabra Estupidez. Así, el cuadro es una broma a La Locura misma. Sin embargo, esta farsa, podría ser la puerta a lo desconocido.
¿Será que la necedad es el eje de la locura?. La Necedad como origen del Delirio, la ceguera atrevida de los mortales que le dan la espalda al Universo y a sus supuestas leyes para creer en algo que saben incierto, en un capricho. El Loco como una especie de burro en aguacero que se niega a avanzar con lo que fluye, que va como el salmón, sordo, a ninguna parte. Este Loco no está conectado con algo más allá, sino desconectado, no es incomprendido sino caprichoso. Esta locura no abre puertas, las cierra. Paradójicamente, es esta necedad la que permite construir un mundo invisible. Esta rebelión contra la Naturaleza es Destrudo, la fuerza destructiva y seductora que llevamos dentro, El Demonio de la perversidad de Poe, el deseo diabólico de caer, de ir contracorriente. Así, caer sería la única posibilidad de Delirio, para ver más allá habría que empezar por cerrar los ojos.
Entonces cierro los ojos. Me dejo absorber por el síndrome de Stendhal y caigo en los trazos mágicos de El Bosco. Me someto a la operación alquimista.
Cuando despierto estoy curada, abro la mano y acepto la flor que me entrega el farsante. Aunque siento los pétalos del tulipán rozar mis dedos, veo una piedra preciosa, un diamante.
El síndrome de Stendhal (también denominado Síndrome de Florencia) es una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a obras de arte, especialmente cuando éstas son particularmente bellas o están expuestas en grandes cantidades en un mismo lugar.
Fui víctima del síndrome de Stendhal cuando me enfrenté por primera vez a La extracción de la piedra de la locura, pintura del holandés El Bosco realizada entre el 1475 y 1480. El cuadro es una ventana a un mundo mágico. Cuatro individuos hacen una operación quirúrgica en el campo. Todo parece indicar que se trata de una Ceremonia. El primero lleva un embudo en la cabeza, y con una pequeña cuchilla, abre el cráneo de un hombre, pero en lugar de extraer una piedra, saca un flor. A su lado, un Obispo calvo levanta su mano mientras mira la escena como dando su aprobación, o incluso su bendición. Por último, un tercer personaje (que parece hermafrodita) mira aburrido la intervención mientras sostiene un libro grueso en su cabeza.
El sujeto que es sometido a la cirugía, mira directamente al espectador. Su mirada es un grito congelado, que invita desde el pasado, a descubrir algo.
¿Qué hacen estos personajes en el campo?, ¿qué tipo de ritual es?, ¿qué ocultan?, ¿por qué el operado mira al espectador?, ¿qué le quiere decir?. El Bosco tenía el secreto, y por medio de esta obra, nos dejó algunas pistas. Imaginé que se trataba de una especie de lobotomía alquímica que consistía en extraer la piedra de la locura con herramientas quirúrgicas. El Cirujano encontraba el punto sensible en el que el mal se había acumulado y se había endurecido como un tumor, entonces abría la piel y extraía la angustia, el miedo, el deseo. Una vez afuera, el tumor ya no era un mal, sino la materialización del misterio, un objeto palpable que contenía al Universo dentro de sí. Este ritual era prohibido, por eso debía realizarse en las afueras de la ciudad. El embudo que tiene El Maestro en la cabeza es una antena que sirve para conectarse con otro Tiempo, con otras Galaxias. Los hombres de la Edad Media descubrieron la forma de llegar al gran misterio, y por medio de esta ceremonia extraían la piedra filosofal, que no se encontraba afuera, como creían todos, sino adentro, era la materia que los seres humanos llevamos dentro y que contiene el secreto de todas las cosas.
Decidí investigar el origen pero no encontré lo que quería ver. Según los estudios, El Maestro no es sino un farsante, y la locura no es un misterio sino pura estupidez. Los doctores de la época conocían remedios para la tos, para el dolor, pero no para la demencia. La locura era algo absurdo comparado a la simpleza. Entonces a los impostores se les ocurrió hacer negocio con el padecimiento de la gente. Iban a los hospitales cazando locos, les ofrecían extirpar su mal con herramientas quirúrgicas. Según ellos, la locura era una especie de cálculo duro que estaba ubicada en la parte superior de la sien. El impostor acostaba a la víctima en una camilla, sacaba sus herramientas, y procedía a abrir la piel hasta lastimarla. Cuando salían las primeras gotas de sangre, disimuladamente sacaba una piedra del bolsillo y se la entregaba al paciente, fingiendo que se trataba de la materialización de su enfermedad.
“Maestro, extráigame la piedra, mi nombre es Lubber Das”, es el título que pone con letra cursiva al final del cuadro y que tiene la apariencia de enigma. Sin embargo, según las lecturas, estas palabras no esconden mayor misterio, pues Lubber Das era un personaje satírico de la literatura holandesa que representaba la estupidez. Así, El Bosco haría una crítica a la inocencia de las personas que creían en la farsa, y no una alusión al misterio de la locura.
La Locura (ese monstruo) resultó ser un inocente e indefenso tulipán. No una piedra (algo oscuro, pesado, indefinido) sino una liviana flor que se burla de la profundidad de la palabra Locura reduciéndola a la palabra Estupidez. Así, el cuadro es una broma a La Locura misma. Sin embargo, esta farsa, podría ser la puerta a lo desconocido.
¿Será que la necedad es el eje de la locura?. La Necedad como origen del Delirio, la ceguera atrevida de los mortales que le dan la espalda al Universo y a sus supuestas leyes para creer en algo que saben incierto, en un capricho. El Loco como una especie de burro en aguacero que se niega a avanzar con lo que fluye, que va como el salmón, sordo, a ninguna parte. Este Loco no está conectado con algo más allá, sino desconectado, no es incomprendido sino caprichoso. Esta locura no abre puertas, las cierra. Paradójicamente, es esta necedad la que permite construir un mundo invisible. Esta rebelión contra la Naturaleza es Destrudo, la fuerza destructiva y seductora que llevamos dentro, El Demonio de la perversidad de Poe, el deseo diabólico de caer, de ir contracorriente. Así, caer sería la única posibilidad de Delirio, para ver más allá habría que empezar por cerrar los ojos.
Entonces cierro los ojos. Me dejo absorber por el síndrome de Stendhal y caigo en los trazos mágicos de El Bosco. Me someto a la operación alquimista.
Cuando despierto estoy curada, abro la mano y acepto la flor que me entrega el farsante. Aunque siento los pétalos del tulipán rozar mis dedos, veo una piedra preciosa, un diamante.
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