Fuimos peces y después fuimos dinosaurios. Fuimos monos, hombres, Planetas. Sangre, sexo, cielo. Libros que no leímo...

domingo, 24 de julio de 2011

Días Álgidos

Día uno:
Dolores light
(taquicardia en la peluquería)

Dejar de ser rubia no es fácil (aunque seas teñida) pero decido hacerlo porque la operación toma alrededor de 4 horas, 4 horas de desconexión. Ir a la peluquería es otra de mis tácticas de huída, además mi peluquera es mi amigui, ella no me habla de su vida, es una persona que respeta el silencio y no pierde el tiempo fingiendo que entiende algo que no le importa. Sabe también que no le voy a decir nada que valga la pena y le da pereza verme fingir. Entonces las dos callamos.
Sin emabrgo esta vez el ritual cambia, el tinte actúa con furia y las dos nos convertimos en mujeres al borde de un ataque de nervios. Mientras la pintura tiñe mi cabello la respiración me falla, pienso que el delantal me está ahorcando y me lo saco, no siento las manos, el corazón se me empieza a acelrar, ¿será que tuve una reacción alérgica? Esa idea me mata. Pienso en llamar a la ambulancia, me imagino llorando en el hospital con el pelo teñido, me veo luchando contra las enfermeras y manchando de rojo la camilla. Mi peluquera se asusta y me da caramelos. Me enjuaga el pelo y me pone un espejo delante, lo que veo es aterrador, mi pelo es fuxia, parece una broma de mal gusto. Estoy pálida, extraño mi imagen rubia, me extraño, lloro, estoy histérica, a ella le tiemblan las manos, me dice que la única forma es poner un tinte negro, ¡negro!, ni modo, prefiero cualquier cosa a ese color chicle. Mientras esperamos la reacción del segundo tinte fumamos un cigarrillo, ya no hay más silencio, le cuento desperadamente mi vida privada, como si fuera mi última oportunidad de hablar, ella me escucha y supongo que piensa que necesito un psiquitara. Es una resurrección patética, tengo que aprovechar al máximo ya que en pocos minutos dejaré de ser yo.
Me enjuaga, esta vez no es terrible, sólo diferente, me veo en el espejo y pienso que tengo que callar, ahora soy mi gemela mala.


Día dos:
“Se acabó todo lo que había, queda un cigarro mojado”
-Andrés Calamaro

Parece domingo pero hasta el lunes es sábado. Las paredes se caen y la sala sigue vacía. No tengo hambre pero sé que tengo que comer (porque sé que tengo que chupar). En la refri tres brócolis y media cebolla componen una imagen que invita al suicidio. Como sólo quiero proteger mi estómago para el alcohol que voy a ingerir, preparo los vegetales sin aceite, me los como sin ganas, están totalmente crudos y con los bordes quemados.
Such a perfect day”, extraño los veranos que nunca existieron…
Sólo queda un libro de César Vallejo en medio de los pedazos de brócoli crudo que mi estómago no pudo digerir. Fuck off.

Día tres:
(celebraciones invisibles)

Tengo que hacer algo, si sigo así me voy a morir del desgano, del despecho, de la tos. Salgo del trabajo con un único objetivo: conseguir un vestido blanco. No sé por qué lo quiero pero algo en el inconsciente me dice que eso es lo que va a salvarme, un puro y virginal vestido blanco.
También compro manteles y un collar rojo. Quiero seguir comprando, sé que hay algo que me espera y yo debo comprarlo. Imprimo el poster de Tinta Sangre. Antes de volver a la casa compro dos focos, después compro flores (rosas rosadas). Llego preparada, está todo listo para el Gran Evento (¡qué pena!) escucho los Rolling Stones y pinto la mesa, pinto una copa, pinto un vaso, pinto todo lo que está a mi alcance, como si así dejaría de sangrar, de llover (jajajaja).
Me drogo un poco con el aerosol, fumo un marlboro blanco (qué asco, sólo los…. fuman eso) saco y pego cosas, clavo en la pared que se sigue cayendo, cambio de lugar los muebles y nunca quedan bien (me recuerda a la casa de un tía en la que al rededor de 10 años pintaban las paredes, lacaban, ponían tablas triplex, pero la casa siempre estaba oscura y ellos siempre peleando).

Entonces llega la hora de las flores, me doy cuenta de que no tengo floreros (pero no tengo floreros en casa, es el tren que pasa) cojo una botella de guitg y meto las rosas a la fuerza, me lastimo un poco los dedos. Se ve fatal, es tan triste que me da un calambre en la espina dorsal, quiero vomitar, llorar a mares, es como ver un cadáver o los restos de pintalabios en el cigarrillo (una mala espina que no da para más). Llevo el arreglo a la sala, parecen las flores de un nicho que ya nadie visita, pienso que tal vez compré las flores para mi propio entierro (¡joder!), saco las rosas con despeseración ,los pétalos y las espinas quedan regados en las baldosas blancas. Es un crimen, me basta verlo para saber que es hora de retirarme

Día cinco:
(los síntomas persisten)

Escucho el aleteo nervioso de un animal volador atrapado en la cortina. Imagino una mariposa negra (horror) imagino un bicho corpulento con alas o escamas. El ruido me amenaza, tal vez sea un cuervo o un buitre.

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