Fuimos peces y después fuimos dinosaurios. Fuimos monos, hombres, Planetas. Sangre, sexo, cielo. Libros que no leímo...

lunes, 10 de noviembre de 2014

Partitura para un planeta azul


planeta-tierra

*Nota: para leer este texto es recomendable escuchar la melodía que titula a cada   Capítulo.


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‘(Beethoven’s 5th’)

Un millón de años después, en otra galaxia, alguien, cuyo rostro es indefinido, de sexo indefinido, mente indefinida, mira al cielo. Como no tiene nombre, lo llamaremos Alguien, a secas. Supongamos que Alguien tiene ojos y puede ver. Vamos a suponer que Alguien también tiene manos. Y corazón.

No es un día común para Alguien. Ese día (si así lo podemos llamar), Alguien encuentra un tesoro en un suelo al que no podemos llamar tierra. Primero halla una estatuilla de formas extrañas, parece representar a dos seres congelados. Luego encuentra una plataforma circular del color del trigo. Aunque no sabe qué contienen esos objetos ni qué son en sí mismos, Alguien entiende que lo que tiene en sus manos es un regalo, y que allí hay un mensaje por descifrar.

Más tarde, quizá meses, días, años o segundos, tras mirar una y otra vez la placa y la estatuilla, Alguien —quizá con la ayuda de sus semejantes— descifra el mensaje:


Sucede que existió una estrella enorme y poderosa. Alrededor de ella, nueve planetas giraban, formando un sistema perfecto. En el tercer planeta sucedió algo excepcional: era un planeta rocoso y su posición con respecto al Sol —entre otras condiciones— le permitió desarrollar vida. “Un día, llegó una criatura cuyo material genético no era muy diferente de las estructuras moleculares reproductoras de cualquier otra clase de organismos del planeta, que dicha criatura llamó Tierra. Pero era capaz de reflexionar sobre el misterio de su origen, de estudiar el extraño y tortuoso sendero por el cual había surgido desde la materia estelar. Era el material del Cosmos contemplándose a sí mismo. Consideró la enigmática y problemática cuestión de su futuro. Se llamó a sí mismo hombre. Y ansió regresar a las estrellas”.


Alguien entiende que las estatuillas son un modelo de los hijos de esa estrella. Escucha sus saludos en distintos idiomas, encuentra un mapa que ubica a este mundo en El Espacio, escucha Beethoven, Los Beatles, Chuck Berry… Imagina la Tierra y a sus seres vivos mientras una sola pregunta le ronda: ¿quién envió el mensaje?



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‘(Melancholy Blues’, Louis Armstrong)



La Tierra, América, Estados Unidos, Nueva York, 1939. En la Exposición Universal hay, entre los espectadores, un niño que no mira igual que los demás. Sus ojos, oscuros, grandes, transparentes y a la vez insondables, sabios, cómplices, intergalácticos, milenarios, lo miran todo por primera vez. Tiene 5 años y la vida se le presenta como un misterio. Descubre, alucinado, los inventos que allí se exponen. “¿Cómo podía convertirse un tono en una imagen, y una luz convertirse en ruido?”. Sagan niño leía, fascinado, los cuentos de Edgar Rice Burroughs en los que tuvo su primer acercamiento a Marte. Devoraba museos de ciencias naturales, planetarios, enciclopedias… Su piel se electrizaba al descubrir que el Sol también era una estrella, que las estrellas eran soles lejanos, “Fue una especie de experiencia religiosa. Había algo magnífico en ello, una grandiosidad, una escala que jamás me ha abandonado. Que nunca me abandonará”. El mundo y su propia existencia eran un misterio que acababa de presentársele y que debía descifrar. Años después, aunque su abuelo pensó que como astrónomo se moriría de hambre, ya estaba dedicando su vida al estudio del Cosmos.

Los científicos hablan con números. Sus poemas son ecuaciones frías que para nosotros-   mortales de inteligencia media- no significan nada. Carl Sagan, aparte de un científico, fue un traductor.  
Aunque se graduó en Artes en 1954, en Ciencias en 1955, obtuvo también un máster en Física en 1956, se doctoró en Astronomía y Astrofísica en 1960. Aunque descubrió que Venus, el Planeta del Amor, era el infierno.  Aunque fue uno de los primeros en plantear que Titán, una de las lunas de Saturno, podría albergar océanos de compuestos líquidos.  Aunque también planteó que Europa, una de las lunas de Júpiter, podría tener océanos de agua subterráneos, convirtiéndola en un lugar posible para la vida… Aunque Sagan obtuvo más de 27 medallas y premios por su labor científica, aunque escribió más de 28 libros, aunque fue el primero en enviar un mensaje terrestre al espacio, aunque que ganó un Premio Pulitzer con uno de sus libros. Aunque se acercó a las ballenas y su canto melancólico quizá más que nadie, aunque se acercó tanto a los delfines que se convirtieron en sus mejores amigos… Aunque fue creador de la serie de televisión "Cosmos: un viaje personal". Aunque su labor científica fue magistral, aunque no alcanzarían las páginas para describir todos sus inventos, hallazgos y logros científicos, lo que lo que distinguió a Sagan de otros hombres de ciencia fue su habilidad para transmitir sus ideas a las personas. Sus libros, lejos del academicismo, están destinados a despertar a la humanidad, no solo a traducir la concepción del cosmos, sino a hacer que este cobre importancia para la gente. Desmitificó la visión geocentrista y homocentrista al plantear el valor de la raza humana y su relativa condición respecto del universo.


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(Bach, ‘Brandenburg N°. 2’)



1) La imagen en el Pioneer 10 (figura 13 a), lanzada por la NASA en 1972, la placa de aluminio con un recubrimiento de oro adosada a su costado, indica el lugar y el instante en que



El 3 de marzo de 1972, fue lanzado el primer vehículo espacial desde la Tierra. Se llamó Pioneer 10. Su velocidad de despegue fue de aproximadamente de 13 km/s, catalogándolo como el objeto más veloz lanzado hasta esa fecha. Fue construido con un principal objetivo: explorar el medioambiente del planeta Júpiter y los asteroides que hay entre las órbitas de Marte y Júpiter. A Carl Sagan se le ocurrió que esta pequeña nave podría ir acompañada y la NASA accedió a la propuesta: el Pioneer 10 no haría la travesía en soledad, sino que, además de explorar territorios extraterrestres para traer información de estos a la Tierra, llevaría con él un mensaje desde la Tierra. “La colocación de un mensaje a bordo del Pioneer 10 es algo similar a la botella que lanza al océano el marinero que ha naufragado, botella con un mensaje en su interior, con la esperanza de que llegue a manos de alguien. Pero el océano espacial es muchísimo más vasto que cualquier océano de la Tierra”, escribe Carl Sagan. A la nave Pioneer la acompañó una estatuilla que representaba dos figuras humanas: una femenina y otra masculina. La escultura fue hecha por Linda Salzman Sagan, la entonces esposa de Carl.

Cinco años después, Carl Sagan lanzó otro mensaje al espacio. Esta vez lo hizo en otra botella que llevó el nombre de Voyager I y II. Estas sondas fueron lanzadas en 1977 y tardarán 40.000 años en alcanzar las proximidades de la estrella más cercana a nuestro sistema solar. Esta vez, Sagan envió al espacio un disco de oro que fue llamado originalmente en inglés The Sounds of Earth (Sonidos de la Tierra). El disco contiene sonidos e imágenes que dan cuenta de la vida en la Tierra.

Este contenido fue diseñado por Sagan junto con un comité de la NASA. La primera sección de audio contiene un saludo en inglés de la Secretaría General de la ONU. La segunda sección de audio contiene saludos en 55 idiomas, incluyendo 4 dialectos chinos, 12 idiomas del sur de Asia y 5 idiomas antiguos. La tercera contiene cantos de ballenas. El disco también tiene una selección de música en la que se encuentran Chuck Berry, Beethoven, Mozart, entre otros… Hay también sonidos como el del trueno, el viento, un tren, el beso de una madre a un hijo, las olas del mar, las pulsaciones del corazón… Aunque originalmente estos mensajes fueron pensados para una posible población extraterrestre, terminaron siendo un llamado a la Tierra misma. El impacto que causaron en nuestro planeta fue enorme, pues era la primera vez que la humanidad intentaba representarse a sí misma. Se produjo un shock terrestre.

El impacto de la estatuilla en los seres humanos se tradujo en varias reacciones: por ejemplo, el Times de Los Angeles publicó la carta de un lector que decía: “¿No es ya suficiente que tengamos que soportar el bombardeo de pornografía con que nos abruman películas y las revistas gráficas? ¿No es ya cosa suficientemente dañina, para coronarlo todo, que nuestros propios funcionarios de las organizaciones espaciales hayan considerado necesario extender esta suciedad incluso más allá de nuestro Sistema Solar?”. Un artículo publicado en Catholic Review criticaba la placa porque “lo incluye todo excepto Dios...”. Con este tipo de comentarios se hizo visible el hecho de que más que buscar una posible inteligencia extraterrestre, habría que cuestionar la existencia de la inteligencia terrestre. Asimismo, las feministas criticaban la posición de la mano masculina levantada ante la posición pasiva de la estatuilla femenina. Otros sugirieron que el saludo parecía un gesto nazi. Más que preguntarse sobre el destino del mensaje, los seres humanos se preguntaban si estaban siendo retratados con justicia o más que eso, se enfrentaron con un espejo amplio frente al que era inevitable reflexionar sobre su identidad, ya no solo mundial, sino cósmica.

Partituras para un planeta azul

Quizá el comentario más acertado sobre emensajedel Pioneer 10 fue el de Arvid F. Sponberg, de Belfast, quien escribió: “El viaje del Pioneer 10 producirá un efecto que los poetas, pintores, y músicos no podrán ignorar por más tiempo. La existencia de la idea del Pioneer 10 es prueba de esto. La misión científica, por supuesto, tiene valor e interés incalculables, pero la idea del viaje posee un valor imaginativo mucho mayor. El Pioneer 10 nos acerca más al día en el que los artistas deben hacer frente al nuevo viaje del hombre como experiencia y no fantasía”.


Pioneer 10: el mensajero de oro

La proa del dragón que cruzó los mares del Norte,
buscando la aventura con el clan guerrero;
la galante sirena se inclina bajo la brisa
en barcarolas y mercantes de esbelto casco;
todos los descubridores de desconocidas tierras
se han ido en esta alada edad donde permanece la nada
en busca de extraños tesoros de alguna costa extranjera
abandonando la bien conocida tierra.
Ahora aparece el nuevo mascarón de proa del hombre
enfrentándose a la desconocida inmensidad.
Desnudo, veloz como las estrellas, mucho más allá de la llamada de los años.
Por parejas, o como extraño solitario en el exterior
ve, diminuto mensajero de tu propia raza,

y toca, si puedes, en puerto de algún lugar lejano.

-Aim Morhardt (Pintor de acuarelas del desierto)


La nueva Odisea

Lejos, a gran distancia, más allá, carente de vínculos,
descarriado, errante, anhelante
arrastrado por las estrellas el Pioneer pasa rápido
solitario en el exterior, a la deriva en el viento solar.
Un hombre, una mujer, huérfanos de calor terrenal,
o espléndidos viajeros con velas de oro,
o como gitanos vagando por viejos senderos estelares,
una caravana en busca de anclaje celestial.
Si en la profundidad del frío espacio interestelar
algunos ojos temerosos espían la vida de esta balsa:
¿percibirán el corazón que hay dentro de nuestro barco
cuyos latidos señalan los ritmos de paz?
Un nuevo espíritu abre nuevas fronteras.
Una Odisea es nuestro hogar; loor a los Pioneer!

-Arvid F. Sponberg
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En palabras de Carl Sagan, “el envío de tal mensaje nos obliga a considerar cómo deseamos estar representados en una raciocinación cósmica. El mayor significado de la placa no es precisamente el hecho de enviar un mensaje al exterior, sino más bien el de que se trata de un mensaje enviado a nosotros mismos”. Aparte del valor científico y social de estos mensajes, yo reivindico su valor poético. No hay idea más poética que la de un planeta abandonado en medio de la nada. Una luz en medio del vacío. La posibilidad de una isla.

El Voyager, errante, sin testigos, lleva nuestra bandera hacia algún lugar, quizá hacia la nada. Sabemos que esas botellas galácticas flotan entre las luces, y que ahora mismo, en el espacio, el sonido de una mujer enamorada, de un beso humano, de un canto de ballena, saludos de niños, la guitarra de Jhonny B. Goode… Las naves viajan portando memorias, fragmentos, vestigios de lo que alguna vez fue un milagro en el Cosmos…”.


***

(Mozart, ‘Queen of the Night’)



Punto azul palido


“Un puntito azul lejano”.

“Los telescopios son en realidad máquinas del tiempo”.


A principios de febrero de 1990, el Voyager tomó una fotografía de la Tierra. La imagen mostraba un planeta como un puntito lejano abandonado en el espacio. La Tierra, que había sido considerada el rey del universo, por ser el hábitat del Hombre, ese ser superior, desde lejos no era nada más que un punto luminoso entre un millón de puntos luminosos.

“Desde esa posición no se percibe ninguna evidencia de nuestra obsesión por el nacionalismo”, dice Sagan.

A un millón de años luz no existe la arrogancia. No existe el ego. La sangre que se ha derramado por las guerras es absurda. Los grandes problemas no significan nada. Fuera de nuestro metro cuadrado, los signos no significan. No hay lenguaje. Aquello que creemos universal no tiene sentido. Sin embargo, es debido a nuestra insignificancia que ocupamos un lugar en el universo. Solo renunciando al ego podemos ser conscientes de nuestra grandeza o en otras palabras: solo al reconocer nuestra insignificancia podemos encontrarnos en la grandeza. No hay nada más grande que sentirse pequeño ante el universo.

Somos pasado. Sagan habla de la Tierra como un planeta lejano, nostálgico, como un milagro cósmico que ya no existe, pero que alguna vez existió. Cada palabra suya es impronta, todo está pensado para ser leído después, para ser encontrado algún día. La Tierra, desde su perspectiva, es un punto lejano, azul… Su mirada está marcada por la distancia. Tiene la capacidad de ver de lejos, fuera del tiempo. Mirar al cielo es mirar al pasado. Las estrellas son un cementerio vivo. Un prado de fantasmas.

Another World by Escher, in minecraft pixelart by zhinjio

Sagan era un romántico: añoraba lo imposible. Su mirada era utópica. Su búsqueda era imposible. Es por eso que reivindicó la poética que hay en la ciencia. Aunque añoró encontrar vida extraterrestre, su búsqueda de otros mundos no hizo más que acercarlo a este. Quizá la mejor manera de verse a sí mismo es mirando las estrellas. Lo que los libros y películas de Sagan dicen una y otra vez es esto: somos un milagro y nos comportamos como fuéramos simples, como si supiéramos a dónde vamos.

La labor de Carl consistió en crear un imaginario extraterrestre para dimensionar al ser humano en su condición universal. Hace falta imaginar un extraterrestre, es decir, imaginar un otro, la posibilidad de otros mundos para, en ese estado de cosificación al que Lacan llamaría ‘Lugar real’, ver, por primera vez, al ser humano, y solamente así, apreciarlo en su verdadera dimensión. Allí donde es un ente completamente extraño y hermoso, misterioso y complejo. Ver al ser humano sin velos. Sin lenguaje. Como realmente es: un ser divino.

Gracias, Carl.


Alguien mira al cielo y descubre una estrella azul. Aunque ya no existe, Alguien la puede ver, y eso le emociona. Alguien piensa que quizá el tiempo sea una ilusión, una anticuada costumbre de esa raza que se llamó a sí misma humanidad. Quizá sea mentira y esa estrella aún brille y existan hormigas y existan mujeres y hombres y sigan haciendo música... Y haya delfines y mares y bacterias… Alguien piensa que un millón de años no son nada, que nunca es tarde para acercarse a ellos, para empezar el "contacto". Alguien toma su radio... y dice: “El mensaje ha sido recibido”.


(Cartón Piedra) 

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