La luz de los focos ahorradores es realmente deprimente (sobretodo en domingo).
Los fantasmas del chuchaqui conspiran. No hay a dónde escapar y tampoco hay internet. Auch. Quito se vuelve una pesadilla lenta.
A los siete años me fui un tren. Parece que no fuera yo y que me despido, y quiero llorar, llorar porque ya no soy yo, porque me fui en ese tren y nunca volví, porque no he dejado de ahogarme desde que tengo siete años, ahogarme en una piscina azul que a veces se vuelve verde, que a veces se vuelve un lago verde profundo, aterrador.
PD: Yo trato de dejarme y amarme y despedirme y darme la bienvenida. Trato de ser otra pero es imposible (mi sombra me persigue)
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